En nuestra opinión Ferrol es una ciudad anclada en el pasado. Económicamente confía todavía en lo que daba de comer hace 40 años, pero ya no. Una ciudad lastrada por sus éxitos antiguos. Que pare con regularidad talentos, pero que no los aprovecha. Ni en ciencia, ni en literatura, ni en música, ni por supuesto en pintura.
La tan cacareada escuela ferrolana, lo que hace que hoy Ferrol sea “la ciudad de los mil pintores”, no es más que lo que le ocurre a un lugar donde la cultura está dormida, por no decir muerta; donde la escasez de oportunidades provoca fuga de talentos:
Los miles de pintores aficionados, alumnos en realidad de los libros de Parramón más que de Bello Piñeiro o Segura Torrella, han tomado en Ferrol el lugar, el nicho ecológico vacante de los profesionales. Y se creen con los mismos derechos que quienes tienen a la Pintura como carrera y compañera de por vida. El típico comentario en Ferrol cuando te ven pintando en la calle es “pues yo también pinto, hace 2 meses que voy a las clases de Fulanito”.
Y resulta que aunque no se lo crean, la pintura es una profesión, sí, como trabajar en Bazán, o como ser militar. Hay una carrera universitaria de grado superior, llamada Bellas Artes, con título y todo, que te permite dar clases en colegios, institutos y universidades.
Se lamentaba Marina López de que aquí no se conoce la Vanguardia. ¿Realmente la vanguardia interesa algo a los aficionados? Nunca ha sido así. Los pintores con talento, en esta nuestra amuermada ciudad, o bien huyen escopeteados o mueren borrachos y sin reconocimiento. Luego eso sí, eran buenísimos, aunque nadie conozca ni sepa disfrutar su obra.
Segura Torrella ha tenido cientos de alumnos, casi miles. En la afición ferrolana se nota su huella. Cientos de “seguriños” siguen copiando incansablemente lo que les quedó de su trazo vigoroso, sus “putaditas” como él les llamaba. En las tiendas ferrolanas uno encuentra con facilidad barniz holandés, que era su truco para conseguir secado rápido y pintura con brillo. Fuera de Ferrol se pide por encargo.
Pero entre todos ellos ¿hay algún pintor de talento?
Pues seguro que sí. ¿Pero cómo puede en Ferrol existir una escuela ferrolana de pintura, o mejor aún, cómo podrá existir alguna en el futuro, si para que te dejen exponer, para que te hagan caso, tienes que ser viejo, o bien pintar como un viejo? Los que son inteligentes se escapan a tiempo, y los que no, se van resintiendo y encogiendo de hombros hasta que al fin llegan a viejos y los colman de homenajes. Porque en Ferrol hay tres categorías de pintores, según el criterio edad=calidad:
los viejos o genios,
los que están entre 65 y 50 años, que son aspirantes,
y los de menos de cincuenta años, invisibles.
En cuanto a los temas, sólo existe un tema apto para los aficionados de escuela parramonesca ferrolana: la foto. Todo pintor que se precie copia sus cuadritos de láminas o fotos. Tienen éxito, especialmente, las fotos de paisajes del Seijo y de los alrededores de Ferrol que todavía no han sido desgraciados por las obras faraónicas.
Resulta que algunos hacemos las cosas del natural, yendo a los sitios, pasando frío y calor, aguantando mosquitos y moscones, pero eso no vale para la pintura ferrolana. El genio ferrolano parte de la foto, realidad alternativa mucho más interesante. A los ferrolanos nos gustan las ensoñaciones, según parece.
Ahora los adalides del anti-arte nos traen las virguerías del negocio circuitero: Keith Haring. Eso no hace más que asentar la fe de los aficionadillos foto-copiadores en que su forma de hacer arte es la buena. Tienen su parte de razón: es que realmente es difícil pintar cosas más feas. ¿Se puede aprender algo, pictóricamente hablando, de Keith Haring?
¡Ay, si trajeran una buena exposición de Antonio López, de Lucian Freud, de David Hockney...! es decir arte actual del bueno (no anti-arte). Seguro que poco a poco se levantaría el ánimo cultural de esta ciudad. Pero claro, eso debe salir mucho más caro.
¿Escuela Ferrolana? Ojalá. Lo que nos ha quedado es una triste mediocridad en la que los aficionados al arte ocupan con honores el lugar de los profesionales. Y todos tan contentiños.