domingo, 21 de octubre de 2007

Acción pictórica en apoyo del Museo da Natureza

Este martes, Carmen Martín, a la sazón mi esposa, irá durante todo el día a pintar al Museo da Natureza, en la actual sede de la Sociedade Galega de Historia Natural. Esta acción pictórica será en apoyo a la SGHN en su lucha por un poco de dignidad. Es hora ya de que en Ferrol tomemos un poco en serio el trabajo de la gente que como los miembros de SGHN dedican su tiempo a labores que nos están beneficiando a todos.

Está claro que con la SGHN hay muchas cosas que no están bien, sobre todo si pensamos con ¿cerebro? de políticos. Este sería un pensamiento posible en la mente de un político:
Los de la SGHN, ¡no comprenden las ventajas de talar un bosque para poner un campo de Golf! No comprenden que los 42 puestos de trabajo que genera Reganosa bien merecen el destruir el fondo marino, dejar sin trabajo a los mariscadores y poner en el corazón de la ría unos depósitos llenos de gas licuado explosivo. Por supuesto, son tan mezquinos que no comparten la alegría de todos cuando a duras penas se dejan arrastrar por nuestra ría los enormes gaseros con su peligrosísima carga. Encima denuncian que todo esto se hace fuera de la legalidad. No comprenden nada de lo que es realmente importante, y siempre andan metiendo las narices allá donde haya un bichito, aunque sea un sucio tejón o una minúscula torguga marina. Un asco.

Es verdad que los de la SGHN son muy amables con los visitantes, pero tienen la mala costumbre de tomarse en serio su labor, y no sólo llevan un museo. También pelean como leones por defender la Naturaleza de los múltiples ataques que a diario se perpetran contra ella.

Esto es quizá lo que haya provocado que se les ningunee o desprecie constantemente. Es verdad que se les ha concedido un local céntrico e importante: el antiguo Hospicio, sí. Pero cuando ya no lo quiso nadie más, porque está en tan malas condiciones que estos chicos y chicas se han vuelto unos expertos en conducción y doma de aguas de lluvia a través de goteras, cubos, canales y desagües imaginativos. También tienen que mantener a raya las termitas, carcomas y hongos, pero parece ser que en realidad esto redunda en su beneficio, pues en un local en buenas condiciones no podrían estudiar tan de cerca estas especies, bastante interesantes.

Cuando ya parecía que su futuro estaba claro, que la Casa del Coronel en Canido sería al fin una sede digna, cuando el giro político en nuestro ayuntamiento parecía que al fin iba a darles la cesión definitiva, sale nuestro flamante alcalde socialista y dice que, bueno, no es seguro del todo que se ceda el local, porque... porque El Corte Inglés puso pasta encima de la mesa.

Claro, no se puede comparar el interés para la ciudadanía de tener un Centro Comercial más en Canido con el de tener un simple museo único en el mundo, con unos fondos tan enormes e interesantes que hasta se les ha ofertado uno de los edificios del faraónico Monte Gaiás. Evidentemente disponer en Canido de colecciones zoológicas tan importantes que se han expuesto en el Museo del Prado, la más completa colección científica sobre fauna gallega, un centro de recuperación de mamíferos marinos... todo eso no se puede comparar con los trajes de Emidio Tucci o las rebajas increíbles -porque es increíble que les llamen rebajas- del supermercado del Corte Inglés.

Como bien dice Carmen en su blog, me parece también vergonzoso que nuestro alcalde actúe con esa frivolidad interesada. Que se le note tan a las claras esa intención de enriquecerse.

Propongo hacer una colecta popular en favor del alcalde, para que pueda cobrar lo mismo que iba a embolsarse en la saca con la cesión de la zona al Corte Inglés.

El Corte Inglés está muy bien, pero sobran parcelas céntricas donde instalarlo, sin que haga falta quitarle a Ferrol este servicio de primer orden que es el Museo.

Vergonzoso me parece también que en todos los años que lleva abierto el Museo da Natureza, nadie se haya ocupado de tomarlo en serio y ofrecer con todo tipo de facilidades el local adecuado para exponer sus fondos.

Vergonzoso también que fuera de Ferrol se vea tan claro cómo es este problema y que aquí nuestros políticos sean tan miopes, y que se dejen cegar tan fácilmente por el dinero de una firma privada. Vergonzoso e indignante.

Si al final, con todo el trastorno que les supondría a los que están llevando el museo, que trabajan aquí y tienen su vida centrada en Ferrol, deciden aceptar una de las múltiples y jugosas ofertas que están recibiendo desde hace años, lo entenderé perfectamente.

Por desgracia Ferrol culturalmente sigue siendo una ciudad resesa, miedosa y provinciana, y que no ha espabilado todavía. En lugar de apoyar lo propio, lo que ya tiene y merece la pena, se copian fórmulas foráneas de dudoso éxito -por ejemplo, el Torrente Ballester tendrá ciclos de exposiciones muy semejantes a los de Caixa Galicia- y lo que Ferrol tiene de valor acaba marchándose para no morir.

Cuando ya el Museo ha recibido apoyos unánimes de todos y hasta la Xunta se ha comprometido en firme con ellos, nuestro alcalde no quiere "precipitarse". Vergonzoso.

El martes estará Carmen pintando allí para apoyarlos, pero haremos más cosas para echarles una mano a los de la SGHN. Son muy buena gente. Nuestra relación con ellos no ha podido ser más fructífera, más enriquecedora. En varias ocasiones llevamos niños y adultos para dibujar allí. Otras veces nos han prestado cráneos para nuestros cursos sobre anatomía o para estudiarlos con el fin de pintar algún cuadro. Y siempre con mil datos para darnos, con mil gracias, con mil atenciones.

Os pedimos desde este humilde blog, con el que podéis o no estar de acuerdo, que vayáis el martes -estará Carmen desde las 9 de la mañana a las 9 de la noche- a la sede actual del Museo da Natureza, en la Plaza de Amboage, subiendo a la calle del Sol desde la iglesia de Dolores. No para vernos a nosotros, sino para apoyar al museo, que es la intención de Carmen con esta acción pictórica.

lunes, 15 de octubre de 2007

Igor Mitoraj

Creo que el mundo del arte está cambiando. Ya cuando hablé de los Stuckist
-y en otras ocasiones- me refería a ciertos cambios imperceptibles a simple vista pero que están poco a poco cambiando el rumbo del arte, girando de nuevo hacia la tradición, cuyo síntoma más evidente es, por ejemplo, la "conversión" de Saatchi al figurativismo tras haber sido el trampolín de Damien Hirst o Tracey Emin. En realidad no hay que olvidar que Saatchi es sobre todo un gran negociante. Pero por otra parte, si Saatchi ve ahora negocio en la pintura, por algo será.

El caso es que en los circuitos de arte oficiales se empieza a valorar a pintores normalmente malditos, como la trinidad Hockney-Freud-Kitaj, y no sólo en el extranjero. También en España tendremos hasta Diciembre una gran retrospectiva de Paula Rego, pintora figurativa portuguesa formada en Londres -junto a los tres que acabo de referir- en los años 50 del siglo XX. Lo curioso es dónde se expondrá: en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Hace unos años sería extrañísimo.

Pues bien. En Coruña tenemos, en plena plaza de María Pita, hasta el día 21 de Octubre, una exposición al aire libre de esculturas del escultor polaco Igor Mitoraj. Este sábado fuimos a verla, y nos encantó.

Aunque Mitoraj obtuvo el reconocimiento en la Bienal de Venecia, no se trata de vacas en formol ni sillas con grasa y fieltro. No, es simplemente escultura. Nada menos. Esculturas que parecen hallazgos arqueológicos. Grandes cabezas con pátina aparentemente de siglos, fragmentadas, con pequeños agujeros. Esculturas ciclópeas en bronce que a veces tienen incrustadas otras esculturas más pequeñas, moldes y contramoldes, salientes y entrantes que parecen marcas de desmoldeado... incluso mutilaciones que les dan un aspecto postmoderno.

Pero un modelado magnífico, unas texturas exquisitas, un sabor clásico que resulta familiar a los que hemos visitado un museo arqueológico, o las ruinas de una ciudad romana. Muy bellas, y por qué no decirlo, bonitas.

Evidentemente no a todo el mundo le gustan. Cuando nosotros estábamos mirando una de ellas pasó una pareja de señoras mayores y comentaron: "¡qué esculturas más feas!"... "sí, son horribles"...

Nunca llueve a gusto de todos. Pero a mí me gustaron, quizá tampoco como las de Rodin, pero sí. Detalles ingeniosos, como el uso de una cabecita clásica para simular el vello púbico de una victoria alada, o una cara gigante que era apenas una placa retorcida de bronce... unos pedestales que por primera vez consiguen usar el acero Corten para algo bonito, después de tanta chapuza arquitectónica...

En fin, buen gusto, o como decía Benedetti, "Gusto común", "Común gusto".

Lo triste es que este artista tenga que disfrazar su arte de propuesta, discurso... es decir, que hasta ahora tenga que buscarse excusas al gusto de los mandamases del arte -que no son artistas- para vender su obra.

Os recomiendo que deis una vuelta por María Pita, en Coruña, para admirar estas esculturas. Fijaos en la textura del modelado, en el relieve, en los rasgos intemporales -que no son tan clásicos como parece- de los rostros. Fijaos especialmente en las cuatro cabezas de la última foto, cada una con su pátina diferente.

A Mitoraj se lo incluye en una concepción postmoderna del arte. Y sí, están muchos de los elementos que en el fondo compartimos todos: simulacro, artificio, referencia al mundo clásico... pero la diferencia entre Mitoraj y otros postmodernos como el tan celebrado Bofill, es que en la obra de Mitoraj esos elementos no son "el" discurso, sino un añadido, algo que acompaña, en segundo plano, al volumen y la textura, es decir, a los valores escultóricos.

Es una pena que el concejal de obras del Concello de Ferrol de la pasada legislatura -el que dio carta blanca a Nadales para llenar las rotondas con su creatividad- no hubiese sido amiguete de Mitoraj. Si además, podrían haber llegado a él a través de Álvarez-Cascos...

jueves, 11 de octubre de 2007

Artistas y filósofos

En este blog llevo desde hace unas semanas una tertulia con un anónimo visitante cuya firma es "xx". A diferencia de otros anónimos que básicamente se dedican a trollear -alguno he tenido también- este es un anónimo con el que se puede mantener una conversación.

Las larguísimas discusiones que estamos teniendo, que se pueden leer en los comentarios de las últimas lérias o entradas de este blog, sacan a la luz aspectos bastante sutiles del debate sobre el arte contemporáneo, que constituían parte de las broncas con profesores y alumnos que teníamos en Bellas Artes en Pontevedra, donde lo ultramoderno era la norma, y sólo unos pocos nos rebelábamos, e intentábamos razonarles el porqué.

Tener que contestar periódicamente a mi anónimo me ha hecho rememorar muchos aspectos de ese debate. Sólo que ahora puedo afinar mis argumentos como no tenía sentido hacer en Pontevedra, donde el debate más se parecía a un diálogo de besugos.

Releyendo la polémica generada por nosotros dos en la última "léria", encuentro este fragmento de mi anónimo:

Un artista solo es una persona que tiene una forma personal de entender el mundo, y se lo comunica a los demas. No entiendo, ni comparto, a los que pintan para simplemente darse satistación (lo que se denomina vulgarmente "pajearse"). Tiene que haber un querer comunicar, y el público es tan importante como la misma intención de comunicar.

Aquí se expresa una concepción del artista y de la necesidad de comunicar muy extendida -sobre todo en los que han estudiado a Beuys- pero que yo no comparto.

En primer lugar, dice anónimo xx: Un artista solo es una persona que tiene una forma personal de entender el mundo, y se lo comunica a los demas.

Yo, en cambio, pienso que TODO EL MUNDO, y no sólo el artista, tiene una forma personal de entender el mundo, y se lo comunica a los demás. Rajoy, por ejemplo, constantemente deja clara su forma de ver el mundo y la comunica, incluso haciendo vídeos para Youtube. Lo mismo hace un aldeano que critica a los recién llegados, o una ama de casa cuando se queja del precio de la verdura. Cuando montas en un taxi y el conductor te cuenta su vida, ¿está haciendo arte?

No creo que la forma de entender el mundo de Picasso, por poner un ejemplo que cabree, sea mejor ni peor que la del vecino del 5º o de Bill Gates. Son diferentes, y merecen todas ellas ser o no comunicadas. La televisión nos demuestra cada día que la forma de entender la vida de la gente corriente interesa tanto o más que la de los famosos.

Si a lo que se refiere nuestro anónimo es a una forma global, coherente, totalizadora de entender el mundo, y que sea eso lo que se comunica, no está describiendo a un artista, sino a un filósofo. Porque es esa, justamente, la función de los filósofos.

Por supuesto, la obra de un artista deja ver qué filosofía está detrás, aunque del mismo modo que las cavilaciones del aldeano, del ama de casa o el taxista parlanchín: todos expresamos -comunicamos- de vez en cuando nuestra filosofía particular.

Para que podamos admirar una obra de arte no es necesario siquiera saber qué visión del mundo, qué filosofía está en la cabeza del que la hizo. En la Historia del Arte abundan -en una proporción apabullante- las obras de arte anónimas, es decir, en las que no podríamos ni imaginar cuál era la visión del mundo del artista, porque simplemente no tenemos ni idea de quién -o quiénes- ha sido ese artista.

Para mí, eso de la visión personal y tal, es pura literatura, misticismo, cuestiones borrosas y ambiguas, que a mi cerebro le repugnan hasta provocarme irritación.
No digo que no haya habido artistas más o menos místicos, o que tenían un ego tan subido que se creían el ombligo del mundo... pero para mí eso es algo accesorio, digamos "pintoresco", que da pinceladas curiosas sobre el carácter de un artista que admiro. Pero sin mucho más valor quesaber si tenían alguna manía como comerse las uñas, o si eran huraños, cojos, o si hablaban bajito. Sé -porque lo he leído- que Blake, Odilon Redon, Van Gogh, Dalí... eran bastante místicos o al menos "raritos". Pero para mí, el gusto o disgusto por sus cuadros se ve muy poco afectado por ese dato.

En una palabra: la personalidad de un artista no hace que me interese su obra. Es al revés: la obra hace que me interese por el artista si tengo tiempo de investigar esa cuestión más tarde.

Si quiero recibir una visión del mundo interesante, que me haga pensar y esas cosas, no lo buscaré nunca en un museo, ni bajo la boina del aldeano, el comedor del ama de casa o el taxi -con todo el respeto- sino en donde ese material se recoge: los libros de filosofía. Buscar elementos filosóficos en un cuadro o una serie de latas de caca puestas en fila es un simple pasatiempo que puede resultar hasta frustrante. Como lo sería buscar filosofía en lo que produce el aldeano (por ejemplo, lechugas), el ama de casa (una rica tortilla de patatas) o el taxista (un viajecito de una parte a otra de la ciudad). Si queremos pajearnos pensando que la filosofía está ahí y no en nuestra cabeza, pues allá cada uno, pero NO está ahí. Incluso aunque el artista, el campesino, el ama de casa o el taxista sean auténticos filósofos naturales. Porque su filosofía la podremos encontrar hablando con ellos, leyendo entrevistas que les hagan en ese sentido, o si acaso -y de modo más eficiente- si conseguimos un tratado filosófico escrito por ellos. Como decía Matisse, cuando un artista mira una manzana para comérsela la mira como cualquier otra persona. El artista mira como artista cuando mira la manzana para pintarla.

En mi caso, tengo la experiencia no sólo de ser artista yo mismo, de ser hijo de artistas y marido de una artista. Es que además doy clases a algunos futuros artistas y conozco artistas activos que son mis amigos. Por poner un ejemplo:

Cualquier entendidillo que vea las películas de mi amigo Juan Pablo Etcheverry -excepto la última- podrá pensar que Juan Pablo es una persona cruel y con una visión del mundo caótica y descarnada. En sus películas aparecen serpientes que habitan cuerpos de drogadictos-robots, conejos y pollos de plastilina... que son sacrificados brutalmente cuando buscan trabajo, personajes cuyo autor decapita por un quítame allá esas pajas...

Pero resulta que Juan Pablo es amigo desde hace años, y he pasado muchas horas, altas y bajas, con él. Pues bien, para todos los que lo conocemos, Juan Pablo es una de las personas más tranquilas y afables que existen. Con la cabeza bien amueblada y que no suele levantar la voz. Una paciencia proverbial, aunque otra cosa es trabajar con él, claro. Pero en fin, nada que ver con la "filosofía" (perdón, forma personal de entender el mundo) que destilan sus películas.

Creo que independientemente de las teorías que uno pueda tener hay una serie de categorías que organizan nuestra mente, y la mixtificación de ellas, inevitablemente sólo lleva a la confusión mental y el caos. Si queremos arte busquémoslo en las obras de arte, y si queremos filosofía consultemos la obra de los filósofos.

Me parece estupendo que marchantes y comisarios consigan vender latas de caca o tiburones en formol semi-podridos a ricos tejanos, y que les cuenten el oro y el moro, y que les presenten catálogos, currículos, certificados de autenticidad o actas de nacimiento. Como si les quieren vender La Luna o los milagros del Agua Magnética. Es su negocio y son sus clientes.

Pero que todos los demás tengamos que cambiar la forma de entender lo que es arte y lo que es filosofía, y un montón más de categorías, llegando a una zozobra lógica y de confusión de conceptos total, sólo porque el razonamiento lógico no se adapta a la realidad de ese negociete... pues como que no.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Misticismo

Desde que decidí dedicarme a este oficio, cuando todavía jugaba con las piezas del Lego, tuve muy claro que quería dedicarme al dibujo y la pintura.

En mi decisión influyeron notablemente dos estímulos, aparte de que mis padres eran artistas:

El primero, como ya comenté, fueron los dibujos de Hockney en un libro de técnicas y materiales artísticos de la famosa editorial Blume.

El segundo -y esto no lo sabía nadie hasta ahora, casi ni yo- fue una serie dramatizada sobre la vida de Leonardo da Vinci, creo que de la RAI. Leonardo iba ensanchando su mente con el dibujo y yo sentía lo mismo.

Por supuesto, en casa de mis padres encontré libros de arte que me permitieron empaparme de Durero, Ingres, Picasso, y otros grandes del dibujo.

Conocía a la pandilla de los dadaístas desde pequeño, pero jamás me produjo demasiada admiración. Curioso, sí, pero nada que me impresionase o me impulsase a imitarlos.

Cuando fui conociendo otras tendencias, como el pop americano, con Rauschemberg, Lichtenstein, Warhol y demás, no me sentí atraído en absoluto. Lo mismo me ocurrió cuando a los 15 años me regalaron el libro de Norbert Lynton, "Ver el Arte". Muy bonito, cierto, pero no me impresionó nada la última parte, en la que se hablaban maravillas de los artistas de performance como Beuys y otros.

Cuando llegué a Pontevedra, en seguida quisieron "abrir mi mente" hablándome del discurso, el arte objetual, la ruptura de las fronteras y otras cosas...

Pero, después de tantos años, de pasar épocas en las que dibujé a todas horas y otras en las que apenas toqué un lápiz, constato que sólo lo que excitó mi ardor juvenil y mi interés por el arte en la adolescencia sigue haciéndolo hoy día.
Sólo de los que admiraba entonces y otros que he ido añadiendo después, todos ellos principalmente dibujantes o pintores, saco fuerza para mis trabajos más enérgicos, para los que se diría -usando una terminología hoy proscrita- más inspirados.

Siempre que he tenido que mirar hacia el neodadaísmo, el conceptualismo, el minimalismo o cualquier ismo posterior a los años 50 y que recibe el beneplácito de los comisarios de arte en boga, he sentido un desánimo, una falta de fuerza y desinfle tal que sólo puedo compararlo al que siento cuando miro hacia la escuela parramonesca y su sosa interpretación sobada y cutre de la tradición.

Como cuando se oyen esas melodías repetitivas, que continúan machacando la cabeza después de extinguirse el sonido, cada vez que alguien me intenta convencer de que "abra mi mente" a introducir a Beuys en mi Olimpo de grandes artistas, siento el runrun del razonar, que no cesa, y que desgraciadamente me impide admitir el misticismo dentro de mi estructura mental.

A pesar de que mi profesión es el arte, al que se supone acompañante de la religión desde Altamira, siento que todo eso del misticismo, del artista-demiurgo, el artista-dios, el ego-artista, etcétera, no es más que palabrería. Pienso en Picasso trabajando frenéticamente la cabra durante cinco horas en la película de Clouzot, o en Matisse recortando papeles pintados cuando sus manos ya no respondían, y esas potentes imágenes barren toda la teatralidad de la puesta en escena de tantos y tantos ingeniosos artistas contemporáneos con su discurso y su programa, su proyecto o su performance.

Debe ser un defecto mental. Cuando se me define la pintura como "la actividad artística nacida a principios del siglo XX, con la liberación de los soportes tradicionales", tal y como hizo Ruiz de Samaniego, hoy flamante comisario bienalístico veneciano -profesor de Bellas Artes en Pontevedra cuando yo estudiaba allí- mi cerebro, antiambiguo, antimístico, antiilógico, me trae imágenes, bellas y potentes imágenes mentales, completas en color, olores y sonidos, de los pintores egipcios iluminando con sus vibrantes azules y rojos, con sus trazos firmes y sabios, las umbrías tumbas de los nobles y los faraones. O aquellos griegos que por divertimento pintaron uvas que los pájaros mismos querían picar. Me viene la imagen de Giotto encaramado en sus andamios pintando en la Capilla Scrovegni, o, cruzando siglos en cuestión de segundos, la imagen de un Picasso sudoroso y sin camiseta, cuando se enzarzó con rayajos y enfados consigo mismo intentando dar forma al fabuloso Guernica.

Luego, por si me quedaban dudas, mi cerebro, diligente, trae a mi mente el recuerdo de la visión en directo de algunas de las mejores composiciones de Tápies, o los enormes ploteados de Broto, o las serigrafías de Haring... y la pobreza de esas imágenes, tan estereotipadas, la torpeza de los trazos y su frialdad acaban de matar en mi voluntad el débil hilo de la seducción por el llamado arte contemporáneo, que yo prefiero llamar arte oficial contemporáneo.

Del mismo modo que una mente científica se pone en guardia ante el agua magnética o la Astrología, mi pobre cerebro de artista, especializado en esa actividad consistente en manchar una superficie con colores haciendo determinadas formas más o menos agradables a la vista, que intenta dar forma a ideas y sentimientos mediante una habilidad trabajosa y lentamente adquirida cada día, no es capaz de hacer sitio al arte por generación espontánea, en el que esos elementos, el estudio y el trabajo, no han intervenido, sino la mística voluntad de ser artista y el místico talento innato. La Idea, materia prima sagrada, que prevalece en esas manifestaciones místico-artísticas, se me antoja un esqueleto pobre, una vaguedad vacua, no muy distinta del ingenio preciso para sisar veinte céntimos sin que mamá se entere, y que todo el mundo tiene.

Cierto que la habilidad, el virtuosismo manual del que algunos grandes de la historia dispusieron, tampoco tiene nada de misterioso. Bastan horas y horas y horas y horas y horas y horas y horas de práctica atenta, de trabajo físico y mental intenso para introducir en el cerebro los caminos neuronales para que mano y cerebro sean una unidad. Está al alcance de cualquiera... que quiera entregarse, que quiera sacrificarse lo suficiente.

En cambio, la habilidad para conseguir que sin dar un palo al agua le consideren a uno genio -con la responsabilidad que eso conlleva- y que un comisario te lleve no a la cárcel sino a la Bienal de Venecia -o a la de Valencia, para el caso es lo mismo- no está al alcance de cualquiera. A mi alcance al menos, no. Estoy demasiado chapado a la antigua: mi rígido cerebro en seguida se pone alerta y me dopa para que vengan imágenes mentales sugerentes, que mitigan mi caradura y me impiden seguir ese camino. ¡Qué mala suerte!

lunes, 1 de octubre de 2007

Pintar "de foto"

En un foro que hoy he podido visitar, el de www.artedegalicia.com (portal cuya visita os recomiendo) su fundador saca un tema que sale de vez en cuando: El uso de fotografías para pintar.

Es un tema que tiene miga. Se puede hablar de muchas vertientes de esta relación entre la pintura y la fotografía.

Hoy me gustaría centrarme en el tema que salió en el foro: la conveniencia o no de utilizar fotos como modelo para un cuadro o un dibujo.

En Ferrol, en general, los aficionados a la pintura que dan clases particulares utilizan abiertamente fotos para hacer paisajes, retratos y hasta bodegones. Nosotros, en las clases que impartimos en Escola Aberta de Arte, no permitimos nunca utilizar fotografías como modelo. No porque sea pecado -cada uno en casa que haga lo que quiera- sino porque al utilizarlas, una parte fundamental del aprendizaje simplemente no tiene lugar.

Es imprescindible que el principiante adquiera el hábito de "aplanar" o "renderizar" lo que ve tridimensionalmente, pasándolo a dos dimensiones, para de ese modo poder apreciar formas, contornos y tonos que se puedan pasar al papel.

Además, por buena que sea, una foto es siempre una instantánea, pero el pintor delante de la naturaleza captura miles, millones de instantáneas, sucesiva y simultáneamente. Esto, recuerdo, siempre lo recalcaba Rafael Úbeda, uno de nuestros profesores en Bellas Artes.
El fotopintor se pierde, básicamente, la oportunidad de conocer en qué consiste dibujar, en qué se diferencia de otras actividades manuales como calcetar o clasificar tornillos.

Por otra parte, no niego que a veces se tiene que recurrir a fotografías, aunque no nos guste. A veces es necesaria una referencia de una persona muerta o un lugar que no podremos visitar. En tal caso, sólo se obtienen imágenes no fotopintorescas si se consigue recrear la tridimensionalidad presente en el modelo de la foto y luego volver a aplanar desde un punto de vista similar al de la cámara. Es decir: efectuar el recorrido foto-mente-cuadro, o si se prefiere 2D-3D virtual-2D. Simplificando: si conseguimos evocar la realidad y pintar esa imagen mental y no el pedazo de cartulina con colorines que tenemos en la mano.

En el foro, se proponía lo siguiente:
(...)si quiero pintar "Mar encabronado en invierno en A Costa da Morte" no voy a estar allí con piedras en los bolsillos para no volar, pendiente del Pemán (el hombre del tiempo de TVG). Haré un par de fotos, me iré a casa calentito y pintaré.
Sé de una pintora que es muy capaz de ir allí con piedras en los bolsillos, y ha hecho cosas peores.

Yo personalmente creo que si un tema determinado no te apetece tanto como para desplazarte allí para pintarlo, no tiene sentido elegirlo, hay millones de otros temas que se pueden hacer en el estudio, o al menos en lugares más cómodos.

También existe una posibilidad a medio camino: hacer cientos de bocetos in situ y luego pintar el cuadro en el estudio partiendo de ellos. Todo el proceso es "a mano" y "vívido", y el machacar tanto un tema hace que prácticamente podamos pintar el cuadro definitivo de memoria, y más rápido y a gusto. Este método ha sido utilizado por los grandes maestros de todas las épocas y sigue siendo muy adecuado, aunque más lento y laborioso que otros.

Evidentemente, hacer un par de fotos de un lugar y copiarlas es una opción. Pero hay que darse cuenta de que al renunciar a ir a la Costa da Morte y pintar bajo la lluvia uno se pierde una parte muy importante de la vivencia. Los sonidos, los olores, la luz ambiente, la temperatura, la lluvia, el viento... todo eso acaba apareciendo en el cuadro y dándole intensidad. Misteriosamente, un pintor puede conseguir transmitir mucho más que una vista.

Las imágenes fotográficas son neutras, planas. No transmiten todo lo que está presente en el lugar original, incluso aunque las saquemos nosotros. Esto es posible comprobarlo en vivo. Os propongo una experiencia:

En un viaje llevad una cámara fotográfica y un cuaderno de dibujo, y dedicad un día a sacar muchas fotos de un lugar y otro día a dibujar durante mucho tiempo otro lugar distinto.

Veréis -yo lo he comprobado- que el día que se sacan fotos apenas tienes recuerdos de él. La concentración en los mecanismos del aparato fotográfico y el ansia de capturar imágenes harán que no se guarde recuerdo alguno. Cuando se ven las fotos, incluso se llega a sorprender uno de lo que ha visto sin enterarse. Detalles, colores, luces... todo aparece en la foto, petrificado por el disparador, pero no se guardó en nuestra mente.

En cambio, el día dedicado a dibujar un lugar, cada edificio, cada árbol, cada papelera, cada rincón, cada sonido incluso, se queda grabado en la mente por mucho tiempo. Sorprende la cantidad de detalles que se nos han quedado registrados en la mente. Y de paso, en el papel. De forma bastante clara, tanto más clara cuanto más nos hayamos concentrado para describir cada parte del dibujo, formas de cornisas, volúmenes, incluso actitudes de la gente se han grabado a fuego.

Si no se os da el dibujo o la pintura, si nunca lo habéis hecho simplemente comparad el recuerdo de una fiesta o momento agradable cuando simplemente estás pasándotelo bien y cuando te toca ser el fotógrafo. Ni punto de comparación. Estar sacando fotos nos roba el momento.

Podríamos decir que la foto mitiga nuestra percepción y el dibujo (o la pintura) la intensifica.

Se puede opinar lo contrario, por supuesto, pero esta es mi experiencia. Opino lo mismo que Ricardo Segura Torrella. Una vez le preguntaron sobre la diferencia entre pintar de foto o del natural. Y él, con ese desparpajo y sorna que tenía, respondió, azarando a quien había preguntado:
-"Pues ni más ni menos que la misma diferencia que hay entre hacerse una paja viendo una foto de una señora o follar "al natural" con esa misma señora.

Pienso que se puede decir más alto, pero no más claro.

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Otro de los temas propuestos en el foro es el de copiar una foto de alguna manera "artística" de por sí y sus consecuencias morales.

Mi experiencia es que se trata de lenguajes diferentes. Lo que queda bien en foto no tiene por qué quedar bien en pintura. Basta pensar en los retratos de niños, que en las fotos siempre tienen una hermosa ristra de dientes brillantes y una cara cuyo gesto dura décimas de segundo.

En los retratos pintados es extrañísimo ver dientes o gestos efímeros, porque el proceso de hacer un retrato dura horas, y los modelos no pueden mantener ese tipo de gestos o simplemente estar demasiado tiempo con la boca abierta, porque se le resecaría toda y acabarían con la mandíbula dolorida.

Son cosas que no quedan naturales al dibujarlas. Precisamente es una de las críticas hechas por los pintores impresionistas a cierta clase de pintura barroca -que se dice utilizó métodos ópticos- en la que hay sonrisas con dientes y gestos efímeros.

Recuerdo el caso de alguna modelo que al llegar a la clase de pintura necesitó más de una sesión para entender qué tipo de posturas valían para dibujar. Normalmente las poses típicas de las sesiones fotográficas son incómodas y hasta antiestéticas, quedan en cierto modo ridículas, por forzadas. En mis cuadros obligo a las modelos a adoptar poses naturales, intentando que estén cómodas. Las poses que prefiero son las naturales de cada persona. Es cierto que no todas las personas tienen la misma gracia natural para posar, pero cuando encuentras a alguien que simplemente posa con naturalidad, poniéndose a ello como quien descansa en su casa, ya casi está la mitad del cuadro solucionado.

Lo mismo se puede aplicar a los demás aspectos de la fotografía. A mí me parece que el robar una foto para pintar un cuadro, es decir: copiar composición, iluminación, encuadre, etc, es demostrar pobreza inventiva y falta de talento. La fotografía puede conseguir imágenes muy bellas -incluso si entendemos la estética como estética inversa, rechazando la palabra "bonito" y adoptando en su lugar el término "interesante"- pero un pintor debería ser capaz de crear imágenes nuevas tan buenas como las de las fotos, e incluso mejores.

He de reconocer que para mí -que he sido fundamentalmente fotógrafo durante años- la fotografía es maravillosa, pero no llega a la intensidad de la pintura y el dibujo. Ni como vivencia para el artista ni por lo que logra transmitir. Pero este es otro debate. ¡Saludos, parroquia!