En un foro que hoy he podido visitar, el de
www.artedegalicia.com (portal cuya visita os recomiendo) su fundador saca un tema que sale de vez en cuando: El uso de f
otografías para pintar.
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Es un tema que tiene miga. Se puede hablar de muchas vertientes de esta relación entre la pintura y la fotografía.
Hoy me gustaría centrarme en el tema que salió en el foro: la conveniencia o no de utilizar fotos como modelo para un cuadro o un dibujo.
En
Ferrol, en general, los aficionados a la pintura que dan clases particulares utilizan abiertamente fotos para hacer paisajes, retratos y hasta bodegones. Nosotros, en las clases que impartimos en
Escola Aberta de Arte, no permitimos nunca utilizar fotografías como modelo. No porque sea pecado -cada uno en casa que haga lo que quiera- sino porque al utilizarlas, una parte fundamental del aprendizaje simplemente no tiene lugar.
Es imprescindible que el principiante adquiera el hábito de "aplanar" o "renderizar" lo que ve tridimensionalmente, pasándolo a dos dimensiones, para de ese modo poder apreciar formas, contornos y tonos que se puedan pasar al papel.
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Además, por buena que sea, una foto es siempre
una instantánea, pero el pintor delante de la naturaleza captura miles, millones de instantáneas, sucesiva y simultáneamente. Esto, recuerdo, siempre lo recalcaba
Rafael Úbeda, uno de nuestros profesores en
Bellas Artes.El
fotopintor se pierde, básicamente, la oportunidad de conocer en qué consiste dibujar, en qué se diferencia de otras actividades manuales como
calcetar o
clasificar tornillos.Por otra parte, no niego que a veces se tiene que recurrir a fotografías, aunque no nos guste. A veces es necesaria una referencia de una persona muerta o un lugar que no podremos visitar. En tal caso, sólo se obtienen imágenes no
fotopintorescas si se consigue recrear la tridimensionalidad presente en el modelo de la foto y luego volver a aplanar desde un punto de vista similar al de la cámara. Es decir: efectuar el recorrido foto-mente-cuadro, o si se prefiere 2D-3D virtual-2D. Simplificando: si conseguimos
evocar la realidad y pintar esa imagen mental y no el pedazo de cartulina con colorines que tenemos en la mano.
En el foro, se proponía lo siguiente:
(...)si quiero pintar "Mar encabronado en invierno en A Costa da Morte" no voy a estar allí con piedras en los bolsillos para no volar, pendiente del Pemán (el hombre del tiempo de TVG). Haré un par de fotos, me iré a casa calentito y pintaré.
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Sé de
una pintora que es muy capaz de ir allí con piedras en los bolsillos, y ha hecho cosas peores.
Yo personalmente creo que si un tema determinado no te apetece tanto como para desplazarte allí para pintarlo, no tiene sentido elegirlo, hay millones de otros temas que se pueden hacer en el estudio, o al menos en lugares más cómodos.
También existe una posibilidad a medio camino: hacer cientos de bocetos in situ y luego pintar el cuadro en el estudio partiendo de ellos. Todo el proceso es "a mano" y "vívido", y el machacar tanto un tema hace que prácticamente podamos pintar el cuadro definitivo de memoria, y más rápido y a gusto. Este método ha sido utilizado por los grandes maestros de todas las épocas y sigue siendo muy adecuado, aunque más lento y laborioso que otros.
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Evidentemente, hacer un par de fotos de un lugar y copiarlas es una opción. Pero hay que darse cuenta de que al renunciar a ir a la
Costa da Morte y pintar bajo la lluvia uno se pierde una parte muy importante de la vivencia. Los sonidos, los olores, la luz ambiente, la temperatura, la lluvia, el viento... todo eso acaba apareciendo en el cuadro y dándole intensidad. Misteriosamente, un pintor puede conseguir transmitir mucho más que una
vista.
Las imágenes fotográficas son neutras, planas. No transmiten todo lo que está presente en el lugar original, incluso aunque las saquemos nosotros. Esto es posible comprobarlo en vivo. Os propongo una experiencia:
En un viaje llevad una cámara fotográfica y un cuaderno de dibujo, y dedicad un día a sacar muchas fotos de un lugar y otro día a dibujar durante mucho tiempo otro lugar distinto.
Veréis -yo lo he comprobado- que el día que se sacan fotos apenas tienes recuerdos de él. La concentración en los mecanismos del aparato fotográfico y el ansia de capturar imágenes harán que no se guarde recuerdo alguno. Cuando se ven las fotos, incluso se llega a sorprender uno de lo que ha visto sin enterarse. Detalles, colores, luces... todo aparece en la foto, petrificado por el disparador, pero no se guardó en nuestra mente.
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En cambio, el día dedicado a dibujar un lugar, cada edificio, cada árbol, cada papelera, cada rincón, cada sonido incluso, se queda grabado en la mente por mucho tiempo. Sorprende la cantidad de detalles que se nos han quedado registrados en la mente. Y de paso, en el papel. De forma bastante clara, tanto más clara cuanto más nos hayamos concentrado para describir cada parte del dibujo, formas de cornisas, volúmenes, incluso actitudes de la gente se han grabado a fuego.
Si no se os da el dibujo o la pintura, si nunca lo habéis hecho simplemente comparad el recuerdo de una fiesta o momento agradable cuando simplemente estás pasándotelo bien y cuando te toca ser el fotógrafo. Ni punto de comparación. Estar sacando fotos nos roba el momento.
Podríamos decir que la foto
mitiga nuestra percepción y el dibujo (o la pintura) la
intensifica.
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Se puede opinar lo contrario, por supuesto, pero esta es mi experiencia. Opino lo mismo que
Ricardo Segura Torrella. Una vez le preguntaron sobre la diferencia entre pintar de foto o del natural. Y él, con ese desparpajo y sorna que tenía, respondió, azarando a quien había preguntado:
-
"Pues ni más ni menos que la misma diferencia que hay entre hacerse una paja viendo una foto de una señora o follar "al natural" con esa misma señora.Pienso que se puede decir más alto, pero no más claro.
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Otro de los temas propuestos en el foro es el de copiar una foto de alguna manera "artística" de por sí y sus consecuencias morales.
Mi experiencia es que se trata de lenguajes diferentes. Lo que queda bien en foto no tiene por qué quedar bien en pintura. Basta pensar en los retratos de niños, que en las fotos siempre tienen una hermosa ristra de dientes brillantes y una cara cuyo gesto dura décimas de segundo.
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En los retratos pintados es extrañísimo ver dientes o gestos efímeros, porque el proceso de hacer un retrato dura horas, y los modelos no pueden mantener ese tipo de gestos o simplemente estar demasiado tiempo con la boca abierta, porque se le resecaría toda y acabarían con la mandíbula dolorida.
Son cosas que no quedan naturales al dibujarlas. Precisamente es una de las críticas hechas por los pintores impresionistas a cierta clase de pintura barroca -que se dice utilizó métodos ópticos- en la que hay sonrisas con dientes y gestos efímeros.
Recuerdo el caso de alguna modelo que al llegar a la clase de pintura necesitó más de una sesión para entender qué tipo de posturas valían para dibujar. Normalmente las poses típicas de las sesiones fotográficas son incómodas y hasta antiestéticas, quedan en cierto modo ridículas, por forzadas. En mis cuadros obligo a las modelos a adoptar poses naturales, intentando que estén cómodas. Las poses que prefiero son las naturales de cada persona. Es cierto que no todas las personas tienen la misma gracia natural para posar, pero cuando encuentras a alguien que simplemente posa con naturalidad, poniéndose a ello como quien descansa en su casa, ya casi está la mitad del cuadro solucionado.
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Lo mismo se puede aplicar a los demás aspectos de la fotografía. A mí me parece que el
robar una foto para pintar un cuadro, es decir: copiar composición, iluminación, encuadre, etc, es demostrar pobreza inventiva y falta de talento. La fotografía puede conseguir
imágenes muy bellas -incluso si entendemos la estética como estética inversa, rechazando la palabra "bonito" y adoptando en su lugar el término "interesante"- pero un pintor debería ser capaz de crear imágenes nuevas tan buenas como las de las fotos, e incluso mejores.
He de reconocer que para mí -que he sido fundamentalmente fotógrafo durante años- la fotografía es maravillosa, pero no llega a la intensidad de la pintura y el dibujo. Ni como vivencia para el artista ni por lo que logra transmitir. Pero este es otro debate. ¡Saludos, parroquia!