viernes, 7 de enero de 2011

¡Vaya golazo!


¡Vaya golazo, como se suele decir!

La primera imagen pertenece a "Cómo entrenar tu dragón", una película de animación 3D "para niños", ni siquiera de las más conocidas o taquilleras.

La segunda imagen es de un clásico de las "obras" de "arte" "contemporáneo" que supuestamente representan el culmen de 45000 años de historia del Arte, si contamos desde las pinturas de Altamira.

Como entrenar tu dragón es una película muy, muy bien dibujada. Como podemos comprobar, cada fotograma de sus cuidadas escenas pone en ridículo a todos los Manzonis, Beuys y su tropa que se nos puedan ocurrir. En nada se queda la literatura escrita alrededor de la epifanía del objeto ante una los jaspeados de una sola de las alas del dragón menos logrado, o la gracia y la solidez de las animaciones de sus reptiles, paisajes o vikingos.


Es que cuando uno ve la infinita mediocridad e insulsez de lo que suele llamarse "arte contemporáneo" y casi se resigna a creer que realmente el arte ahora es algo tan tonto, el primer impulso es resistirse. La inteligencia se siente insultada cuando intenta meter en la misma categoría mental las grandezas del arte del pasado con las "cosas" que pueblan cualquier museo que exhibe con orgullo la palabra "contemporáneo" en su nombre.

Uno se resiste a creer que el arte de hoy esté realmente concentrado en esos templos dedicados a muñecas Barbie con orejas de conejo, botas encontradas por la calle o hileras de piedras colocadas formando caminitos. ¿Dónde está el arte de hoy, entonces?

Cuando uno se pone a investigar, en cualquier ciudad acaban apareciendo pintores, escultores, dibujantes de talento, mezclados sin criterio con los segundones... pero ¿es posible que haya desaparecido el arte? ¿ya nadie cuenta con el arte salvo pequeños clientes para modestos propósitos? ¿Dónde están ahora los artistas? ¿Hay que resignarse a ver muñecas "customizadas", botas y piedrecitas ya para siempre?

Pues por suerte, ¡no! El arte más popular y que mueve más gente y recursos, el cine, emplea a miles de artistas, y el talento se abre camino incluso en los lugares más inesperados, y en las producciones más modestas.

Un brindis de año nuevo por el cine y por esos maestros tantas veces anónimos que sin empeñarse dan bofetadas a toda la ralea de farsantes que dicen ser artistas y críticos cuando toda su pericia es poner orejas de conejo a unas muñecas ya de por sí feas, meter en un pedestal las botas de su primo o revestir de grandilocuencia lo que en realidad sólo son trabajos de jardinería, y más bien simples.