Desde que decidí dedicarme a este oficio, cuando todavía jugaba con las piezas del Lego, tuve muy claro que quería dedicarme al dibujo y la pintura.
En mi decisión influyeron notablemente dos estímulos, aparte de que mis padres eran artistas:
El primero, como ya comenté, fueron los dibujos de Hockney en un libro de técnicas y materiales artísticos de la famosa editorial Blume.
El segundo -y esto no lo sabía nadie hasta ahora, casi ni yo- fue una serie dramatizada sobre la vida de Leonardo da Vinci, creo que de la RAI. Leonardo iba ensanchando su mente con el dibujo y yo sentía lo mismo.
Por supuesto, en casa de mis padres encontré libros de arte que me permitieron empaparme de Durero, Ingres, Picasso, y otros grandes del dibujo.
Conocía a la pandilla de los dadaístas desde pequeño, pero jamás me produjo demasiada admiración. Curioso, sí, pero nada que me impresionase o me impulsase a imitarlos.
Cuando fui conociendo otras tendencias, como el pop americano, con Rauschemberg, Lichtenstein, Warhol y demás, no me sentí atraído en absoluto. Lo mismo me ocurrió cuando a los 15 años me regalaron el libro de Norbert Lynton, "Ver el Arte". Muy bonito, cierto, pero no me impresionó nada la última parte, en la que se hablaban maravillas de los artistas de performance como Beuys y otros.
Cuando llegué a Pontevedra, en seguida quisieron "abrir mi mente" hablándome del discurso, el arte objetual, la ruptura de las fronteras y otras cosas...
Pero, después de tantos años, de pasar épocas en las que dibujé a todas horas y otras en las que apenas toqué un lápiz, constato que sólo lo que excitó mi ardor juvenil y mi interés por el arte en la adolescencia sigue haciéndolo hoy día.
Sólo de los que admiraba entonces y otros que he ido añadiendo después, todos ellos principalmente dibujantes o pintores, saco fuerza para mis trabajos más enérgicos, para los que se diría -usando una terminología hoy proscrita- más inspirados.
Siempre que he tenido que mirar hacia el neodadaísmo, el conceptualismo, el minimalismo o cualquier ismo posterior a los años 50 y que recibe el beneplácito de los comisarios de arte en boga, he sentido un desánimo, una falta de fuerza y desinfle tal que sólo puedo compararlo al que siento cuando miro hacia la escuela parramonesca y su sosa interpretación sobada y cutre de la tradición.
Como cuando se oyen esas melodías repetitivas, que continúan machacando la cabeza después de extinguirse el sonido, cada vez que alguien me intenta convencer de que "abra mi mente" a introducir a Beuys en mi Olimpo de grandes artistas, siento el runrun del razonar, que no cesa, y que desgraciadamente me impide admitir el misticismo dentro de mi estructura mental.
A pesar de que mi profesión es el arte, al que se supone acompañante de la religión desde Altamira, siento que todo eso del misticismo, del artista-demiurgo, el artista-dios, el ego-artista, etcétera, no es más que palabrería. Pienso en Picasso trabajando frenéticamente la cabra durante cinco horas en la película de Clouzot, o en Matisse recortando papeles pintados cuando sus manos ya no respondían, y esas potentes imágenes barren toda la teatralidad de la puesta en escena de tantos y tantos ingeniosos artistas contemporáneos con su discurso y su programa, su proyecto o su performance.
Debe ser un defecto mental. Cuando se me define la pintura como "la actividad artística nacida a principios del siglo XX, con la liberación de los soportes tradicionales", tal y como hizo Ruiz de Samaniego, hoy flamante comisario bienalístico veneciano -profesor de Bellas Artes en Pontevedra cuando yo estudiaba allí- mi cerebro, antiambiguo, antimístico, antiilógico, me trae imágenes, bellas y potentes imágenes mentales, completas en color, olores y sonidos, de los pintores egipcios iluminando con sus vibrantes azules y rojos, con sus trazos firmes y sabios, las umbrías tumbas de los nobles y los faraones. O aquellos griegos que por divertimento pintaron uvas que los pájaros mismos querían picar. Me viene la imagen de Giotto encaramado en sus andamios pintando en la Capilla Scrovegni, o, cruzando siglos en cuestión de segundos, la imagen de un Picasso sudoroso y sin camiseta, cuando se enzarzó con rayajos y enfados consigo mismo intentando dar forma al fabuloso Guernica.
Luego, por si me quedaban dudas, mi cerebro, diligente, trae a mi mente el recuerdo de la visión en directo de algunas de las mejores composiciones de Tápies, o los enormes ploteados de Broto, o las serigrafías de Haring... y la pobreza de esas imágenes, tan estereotipadas, la torpeza de los trazos y su frialdad acaban de matar en mi voluntad el débil hilo de la seducción por el llamado arte contemporáneo, que yo prefiero llamar arte oficial contemporáneo.
Del mismo modo que una mente científica se pone en guardia ante el agua magnética o la Astrología, mi pobre cerebro de artista, especializado en esa actividad consistente en manchar una superficie con colores haciendo determinadas formas más o menos agradables a la vista, que intenta dar forma a ideas y sentimientos mediante una habilidad trabajosa y lentamente adquirida cada día, no es capaz de hacer sitio al arte por generación espontánea, en el que esos elementos, el estudio y el trabajo, no han intervenido, sino la mística voluntad de ser artista y el místico talento innato. La Idea, materia prima sagrada, que prevalece en esas manifestaciones místico-artísticas, se me antoja un esqueleto pobre, una vaguedad vacua, no muy distinta del ingenio preciso para sisar veinte céntimos sin que mamá se entere, y que todo el mundo tiene.
Cierto que la habilidad, el virtuosismo manual del que algunos grandes de la historia dispusieron, tampoco tiene nada de misterioso. Bastan horas y horas y horas y horas y horas y horas y horas de práctica atenta, de trabajo físico y mental intenso para introducir en el cerebro los caminos neuronales para que mano y cerebro sean una unidad. Está al alcance de cualquiera... que quiera entregarse, que quiera sacrificarse lo suficiente.
En cambio, la habilidad para conseguir que sin dar un palo al agua le consideren a uno genio -con la responsabilidad que eso conlleva- y que un comisario te lleve no a la cárcel sino a la Bienal de Venecia -o a la de Valencia, para el caso es lo mismo- no está al alcance de cualquiera. A mi alcance al menos, no. Estoy demasiado chapado a la antigua: mi rígido cerebro en seguida se pone alerta y me dopa para que vengan imágenes mentales sugerentes, que mitigan mi caradura y me impiden seguir ese camino. ¡Qué mala suerte!
6 comentarios:
Y erre que erre con lo mismo. Y dale que dale que toma que daleeee!!!!... con lo mismooooo.
Que nadie le pide que meta a esos artistas en sus esquemas mentales, ni siquiera le tienen por qué gustar ni un poquito.
Que Parramón es como su amigo Barcón. Cosas que ni viene a cuento mencionarlas.
Y Saramago, el flamante artista de la Bienal de Venecia, creo que la cagó considerablemente en esa ciudad. Me comentaban que el montaje era bastante deprimente, y la selección de artistas muy desigual. Que si Ruben Ramos Balsa (muy criticado), que si Guerín (un cineasta como la copa de un pino, que no supo comprender que su trabajo es complicado enmarcarlo en una bienal de arte y "parece ser" que decepcionó), que si los Torreznos (me hablaron fatal de su trabajo). Y luego Manuel Vilariño, un tipo que cree realmente lo que hace (a mi me aburre un mundo, lo reconozco), pero con una rigurosidad artística que los que muichos adolecen (salvo el caso de Guerín, que es un poco jugar a meter en un ambiente de Bienal un producto que no es para una Bienal. Y hablo de oidas, recalco).
Al margen de que Saramago (ferrolano, como su colega David Barro) está haciendo carrera para entrar en el CGAC, y se le nota (como se le notó a David Barro en su día).
Todo esto que le comento son los tejemanejes del arte que no merece la pena ni pararse en ello, pero que no distan ni un poquito de los que pueda haber en la SAF o en cualquier otro sitio. Purito Salsa Rosa. Salsa Rosa que te enteras si conoces gente que concoce gente que conoce gente…
Y luego está el de los bichos cortados: purito espectáculo (es el artista mas rico, en dinero, del mundo. Con un equipo de varias personas trabajando para él. Una empresita, vaya).
Y todo esto me lo mezcla usted con Boltanski. Es para darle a usted en la cabeza y no parar. Boltanski (al que usted encajará, no lo dudo, en los artistillas conceptuales) tiene una obra que es de la que marca la pauta en el arte contemporáneo. Un tipo curioso (de curiosidad) como nadie, con tropecientos años y con ganas siempre de aprender. Una de las mejores exposiciones que se hicieron en Galicia fue la que realizó en la Iglesia de Bonaval. Estamos hablando de un artista en toda su extensión. Y si no puede reconocer esto (al margen de sus limitados gustos) me decepcionaría grandemente.
Un artista como Boltanski estaría al nivel de Hockney, Richard Serra, Picasso, Freud, Bruce Nauman, Oteiza, Schnabel, Juan Muñoz, Kapoor, Kiefer o Richter. Incluso David Salle, si me pongo. Gente que puede gustar o no, que puede uno estar de acuerdo con su propuesta artística o no, pero que están fuera de toda duda.
Me gustaría poder ver su propuesta artística, lo que ofrece usted como pintor o dibujante. Pero, y al margen de que siga usted dibujando culos (precioso dibujo, todo hay que decirlo, con el que al menos demuestra una pericia técnica indiscutible) me gustaría saber que aporta usted en todo esto? ¿Cual es el resultado de tantas horas y horas de práctica atenta?
Y deje un poco a Picasso tranquilo, que ya está suficientemente manoseado.
xx
Bueno, son puntos de vista. A mí el Boltanski este por ahora ni fu ni fa. Respecto a que Serra, Nauman, Schnabel o Kapoor -por poner sólo cuatro- estén fuera de toda duda, es algo que dudo. Yo no los incluiría en la misma categoría que a Freud, Hockney o Picasso. Creo que es necesario reescribir lo que aceptamos demasiado complacientes como historia del arte cuando todavía es crítica.
Respecto a mi propuesta artística, a qué aporto yo al arte, es algo que yo no tendría que juzgar. No pretendo tener una propuesta artística, me parece una pretensión ridícula. Como mis antepasados, simplemente pinto, dibujo, etcétera. Como excusa puedo aprovechar las oportunidades y decir que pinto tal cosa por tal razón si así la vendo mejor. Pero en realidad, como parece no entender usted, pinto sólo porque quiero, o porque lo necesito. No porque tenga una propuesta artística novedosa que aportar al mundo. No creo que ser artista esté unido a ser trascendente. Es una responsabilidad que no viene en el paquete, que yo sepa. Si uno se convierte en foco de atención, y por tanto trasciende, que sea por el trabajo.
Me gustaría decir, eso sí, como Hockney, que parte de mi trabajo como artista consiste en demostrar que el arte puede mitigar la desesperación. Y si consigo hacer un poco más agradable la vida de alguien que vea mis dibujos, mis culos, mis potorros, o mis chicas divididas en cachitos, me doy por satisfecho.
Y si con este blog consigo que se esté más cerca de descubrir que el emperador va desnudo, pues también seré más feliz.
Por otra parte sí le preguntaría a usted cuál es su propuesta artística, Anónimo, porque a usted parece que sí le importa tener una. Y creo que ya sé quién se esconde bajo la susodicha firma anónima.
Por último, decirle que no tengo intención de dejar tranquilo a Picasso. No me pone nervioso hablar de él, lo admiro de verdad y creo que nunca estará suficientemente manoseado. Le pasa como a otro "cabrón" maloliente, un tal Miguel Ángel. Las altas cumbres son difíciles de esconder.
Y, para seguir hablando de Picasso...
El señor anónimo decía que "y si Picasso dejara colgar el trapo del lienzo y eso se convirtiera en..." patatín, patatán...
Yo le pregunto a usted:
¿y si no existiera el cuadro del que colgaba el trapo que después... patatín, patatán?...
¿Qué es lo que sucede si lo único que se presenta es el trapo, sin nada anterior, sin nada de donde parte?
Yo creo que entonces, lo único que se vería es un trapo. Aunque por supuesto se podría explicar que no se trata de un trapo cualquiera. Es un trapo "santo", "sagrado", porque lo ha tocado su artista, en este caso "San Picasso".
Lo mismo sucede si fuese un conejo, o un urinario, o lo que sea. Hay muchos que después han vuelto a repetir lo mismo que los santos, emulando su santidad, pero con distinto material.
El caso es que es muy fácil hablar de los oficios de los otros. ¡Uuuh! he puesto "oficio", y está prohibido. O dicen que ya se ha superado esa etapa y el lienzo no da para más, o tal vez sea que no se haya trabajado lo suficiente y, convencido o no de que trabajar no es de "artistas" se haya creído que con cortar el trapo que cuelga es suficiente. Pues de ninguna manera lo creo:
Falta el poso, falta el espíritu, falta la búsqueda, falta la raiz de donde sale ese trapo.
Y aunque las palabras envuelven bastante bien todo lo que se oculta, se nota que falta algo. Se siente y, aunque parece que es cosa de brujas, cualquier persona nota el fraude aunque no sepa explicarse por qué.
Hola de nuevo, señor Anxova y acólitos.
Me sorprende que sepa/intuya mi verdadera personalidad. Tenía intención de mostrar mis cartas de vez, pero en vista de sus devaneos me ocultaré un tiempecito más (soy consciente de darle algunas pequeñas pistas para que descifre el capullo que se esconde detras de todas estas frases, muchas de ellas fruto de reflexiones de años, y algunas puestas solo para provocar en usted reacciones dispares).
Compruebo que hay matices en los que nunca estaremos deacuerdo. Está bien que sea así. La vida es así, con sus acuerdos y desacuerdos.
En breve pasaré por su escuela a invitarle a una cerveza (o a una zarzaparrilla, si usted no es bebedor. Que en esto tampoco tenemos por qué coincidir).
Y veo que picó usted en eso de las categorías que se suelen hacer entre los artistas: que si los de primera fila, que si los de segunda, que si los que toman el pelo, etc... Algo, por lo visto, muy ferrolano.
Es algo que me molesta sobremanera. Yo prefiero hablar de artistas de corto y de largo recorrido, de corto y de largo calado. Artistas que "innovan" (si, ya se que todo, desde los griegos, está ya hecho) y los que reafirman y consolidan tanta "innovación". Pero me parece siempre ridículo esa pretensión clasificadora de los artistas.
Un artista solo es una persona que tiene una forma personal de entender el mundo, y se lo comunica a los demas. No entiendo, ni comparto, a los que pintan para simplemente darse satistación (lo que se denomina vulgarmente "pajearse"). Tiene que haber un querer comunicar, y el público es tan importante como la misma intención de comunicar.
Hay artistas que piensan que el público es tonto e inculto (el mundo del arte está lleno de snobs) y otros muchos ni siquiera lo tienen en cuenta. Es más: les molesta.
En cuanto a la necesidad: es primordial. Esa necesidad, la de comunicar, la tiene TODO EL MUNDO, en todos los terrenos.
Y luego está la humilde (ja) pretensión de trascender, de entrar por la puerta grande en la historia del arte. Se desprende de sus palabras, permítame decirlo, cierta hipocresía. Por un lado no le interesa trascender, pero si por el trabajo(el duro trabajo) se traciende se asume casi como daño colateral.
Y no, señor/a Conejo. La palabra oficio no está prohibida. Otra cosa es lo que usted entienda o lo que usted crea que yo entiendo por oficio.
OFICIO(Del lat. officĭum).
Ocupación habitual.
Seguramente piense que en el oficio del artista se incluya el saber hacer una veladura (ah!! las veladuras se hacen con óleo y/o acrílico. No se le ocurra hacerlas con siete metacrilatos puestos uno encima del otro. Eso NO ES UNA VELADURA), y tambien saber hacer bien un degradado (con carboncillo, como mandan los cánones, NUNCA con un programa de ordenador. Por Dios bendito, eso no trasmite la sensibilidad del artista!! Del San Artista: me remito a sus expresiones), y por supuesto una correcta composición (no cabe comentar que una composición enmarcada en un cuadro- en un círculo tambien me dejará, ya que los antiguos también trabajaban en círculos, e incluso en cúpulas. Pero NUNCA se le ocurra componer con trapos o con latas llenas de mierda!!. Eso no es material de trabajo. Se compone con pintura como Dios manda y siempre en el marco de una superficie concreta y definida: que se pueda colgar, por supuesto. Nunca en un espacio real como una habitación o un mercado. Eso no se puede colgar...).
TRASCENDER
Estar o ir más allá de algo.
Penetrar, comprender, averiguar algo que está oculto.
Si, Don Anxova, trascender si está en el paquete.
Saludos varios.
xx
No, anonimo, no se trata de que las veladuras no se puedan hacer con espuma o con mocos, si es el caso. ¿Por qué no? Incluso las moscas o la mierda podrían ser material pictórico, y lo han sido más de una vez. Pero cuando hablamos de pintura hablamos de una cosa, y cuando hablamos de llenar latas hablamos de otra. Que usted quiera meter la pintura y las latas en la misma categoría, el arte, pues está en su derecho. En eso podemos discrepar. Pero yo no acepto como pintura lo que simplemente no es pintura. Los juegos de salón de Leonardo, en los que quemaba una sustancia que ardía instantáneamente, pueden considerarse más o menos artísticos, pero no son pintura. La pintura, a mi entender, fabrica cuadros, murales y todo tipo de superficies bidimensionales construidas con colores y trazos. Hay cuadros más o menos matéricos, en los que la textura tiene un papel primordial incluso como forma de dar un color diferente. Recurso que se ha utilizado siempre, desde los bajorrelieves egipcios a los matéricos de Burri. Luigina de Grandis en su magnífico estudio del color para artistas menciona esa ampliación de recursos del color que supone la explotación consciente de las texturas. Pero yo recuerdo que Mir, sin ir más atrás, utilizaba empastes para destacar colores y formas.
Pero lo importante en la pintura no es la tridimensionalidad real, escultórica -por algo se llama escultórica- sino en función de la percepción de la forma y el color.
Está clarísimo que las cervezas son deliciosas. Pero nunca pueden considerarse vinos. Y eso es lo que pasa con las latas rellenas de caca. Pueden servir para reflexionar, para alegrarse o enfadarse. Pero no son cuadros, no son pinturas.
Mezclar, mixtificar las artes no es nuevo ni exclusivo de nuestra cultura ni nuestro(s) siglo(s), pero eso no hace que la pintura se convierta en fuegos artificiales. Los cuadros siguen siendo cuadros, las esculturas esculturas y las escenografías escenografías. La ambigüedad me repugna: es la excusa perfecta para que los "caralletas" entren a saco en cualquier parte. Además es una ambigüedad interesada. Las categorías son utilizadas no universalmente sino sólo cuando ayudan a una cierta visión mercantilista del arte. Se convoca un concurso de pintura... en el que jamás ganan los cuadros. ¿por qué llamarle pintura? ¿Por qué unas fotos de unos silos pueden ganar un concurso de E-S-C-U-L-T-U-R-A? Si las categorías están desfasadas, tirémoslas a la basura, pero no vale ahora las uso ahora no. Yo creo en ellas y las utilizo. Cuando no me valgan las cambiaré.
Respecto a las primeras cuestiones, evidentemente el ego de cada artista empuja a la ascensión. Mi mujer en una ocasión decía, después de ver un magnífico documental sobre Miguel Ángel: ¿Laxeiro?¡qué coño Laxeiro!...¡¡yo quiero ser como Miguel Ángel!!
Por supuesto mis aspiraciones son llegar a ser el mejor en todo, pero eso está en mi cabeza, no se trata de decirlo, sino de llegar a merecerlo.
Y aunque es chulo eso de los recorridos, le veo un fallo. Hay gente, como Bach, que en su momento fueron de recorrido discreto, pero siglos después se rehabilitan y su recorrido no acaba.
Para mí, la cosa es como dicta el sentido común. En cualquier profesión hay malos, medios, buenos y mejores (o los grados que se quiera añadir). La pintura, para mí, no es distinta. Y esto no lo opinamos solo en Ferrol. En Ferrol, si hacemos caso de la columna de ese señor, los hay buenos y buenos, excepto los de Bellas Artes, que somos sólo "enseñantes" (sic).
Pero ya digo, gente como Gombrich opinaba así, que los hay malos y buenos, que hay cuadros malos y buenos... y no era ferrolano. Pero es que esta forma de opinar es algo tan extendido, tan sabido desde siempre y en todo lugar, que es falaz limitarlo a nuestro villorrio.
Por último, yo no hablo de la autopaja sino de la necesidad de pintar. Mi mujer y yo, que lo que mejor conozco, pintamos lo que nos da la gana, pero por necesidad. Está claro que si no enseñásemos lo que pintamos no seríamos artistas. Pero la necesidad es antes, con esto es con lo que no contaron los que han dicho la gilipollez esa de "La pintura está muerta". Los artistas necesitan pintar, aunque no se les reconozca. Y así lo han hecho desde los años 50, cuando se institucionalizó el modelo vanguardista de negocio del arte y sólo valía lo "original". Y así lo han hecho durante la represión de los gobiernos socialistas que obligaban a un arte de realismo impuesto. Escondieron los cuadros, y en el Este se enseñaba a Lenin y en Occidente el "Sin Título/Azul Nº1", pero los pintores pintaban, porque lo necesitaban. Es el defecto genético que tenemos los pintores, necesitamos sacar eso fuera.
¡Ah!, y sí, le acepto esa caña.
Saludos desde mis limitados gustos (opino no obstante que los suyos también lo son).
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