lunes, 28 de enero de 2008

Canon y Arte Oficial

En el diario Público, hoy, hay un artículo sobre las tiendas a las que el canon por copia privada (el que la SGAE cobra) ha arruinado.

Inocente de mí, no se me ocurrió otra cosa que felicitar al diario Público por tratar con valentía este tema. Pero, borracho de sinceridad, también critiqué que en su sección "Culturas" el tratamiento que se le da al arte oficial es el mismo que tiene el resto de la prensa.

La reflexión vino por un fragmento del programa "Miradas 2" que vi el otro día, en el que un presentador que parecía venir del mundo de los anuncios de tonos de móviles explicaba lo "chupi-guay" que era el canon de la SGAE para inmediatamente pasar a explicar lo "chupi-guay" que era el arte conceptual que se expone ahora en Londres (lo del español este que ya murió y que hacía vaciados de chinos)

Enseguida vi el paralelismo: el canon de la SGAE es una subvención que todos pagamos obligatoriamente y es impopular e impuesto. El arte oficial, es igualmente subvencionado, pagado por todos obligatoriamente, y también es impopular e impuesto.

La diferencia es que contra el canon ya hay voces en la prensa: el diario Público, pero en lo otro, hasta Público hace la rosca.

Pues lo curioso del caso es que borraron mi comentario (pero los de los trolls políticos aún están ahí).

Está claro que en ciertos temas sigue habiendo censura, incluso en los periódicos que tienen la portada roja.

viernes, 11 de enero de 2008

El Rinoceronte de Durero

Existe un mito, en el que yo mismo creí durante mucho tiempo, según el cual el arte imita a la naturaleza. Pero el estudio de los pintores antiguos, mal que me pesara, me convenció de que esto es un simple mito. Muy bello, y puede que hasta tenga valor en Filosofía, pero las salas de un gran museo nos demuestran a cada paso que no es así. Si hay algo común a todas las épocas es que los pintores, como decía Gombrich, aprenden de otros pintores. La Naturaleza, mal que nos pese, apenas inspira al arte. La tradición, tantas veces maldecida, es la columna vertebral del arte.

Una demostración muy curiosa la tenemos en el famoso caso del Rinoceronte de Durero.

El Rinoceronte, como otros animales exóticos, era conocido en Europa por relatos casi legendarios. Se sabía de su existencia, pero muy raramente algún europeo había podido ver uno realmente.

En 1515, partiendo de una somera descripción y un pequeño boceto ajeno, Durero talló una xilografía en la que representó al animal. Lo curioso es que esta representación, tan poco fiel, pues representa una especie de armadura con remaches en lugar de la piel, fue tenida por modelo a seguir hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso después. Y eso a pesar de que ya en 1579 vivía en Madrid un rinoceronte, o que se llevó otro a Londres en 1684. Según escribe Gombrich:
"(...) Y sin embargo se ha demostrado que esa criatura mitad inventada sirvió de modelo para todas las imágenes del rinoceronte, incluso en libros de historia natural, hasta el siglo XVIII. Cuando, en 1790, James Bruce publicó un dibujo del animal (ilustración 57) en Travels to Discover the Source of the Nile, mostró con arrogancia que lo sabía muy bien:

«El animal representado en este dibujo es natural de Cherkin, cerca de Ras el Fil [...] siendo el primer dibujo de un rinoceronte de dos cuernos que jamás se haya presentado al público. La primera figura del rinoceronte asiático, la especie con un solo cuerno, la pintó Alberto Durero, del natural. [...] Estaba asombrosamente mal ejecutada en todas sus partes, y fue origen de todas las monstruosas formas bajo las cuales se ha pintado a aquel animal, desde entonces. [...] Varios filósofos modernos lo han corregido en nuestros días; Mr. Parsons, Mr. Edwards y el conde de Buffon han dado buenas imágenes del natural; cierto que tienen algunos defectos, debidos sobre todo a los prejuicios preconcebidos y a la falta de atención. [...] Éste [...] es el primero con dos cuernos publicado, está dibujado del natural, y es africano.»

Si hiciera falta una prueba de que la diferencia entre el dibujante medieval y su sucesor del siglo XVIII es sólo de grado, aquí se la podría encontrar. Porque la ilustración, presentada con tanto alarde, no está ni mucho menos libre de «prejuicios preconcebidos» ni del obsesivo recuerdo del grabado de Durero. No sabemos exactamente qué especie de rinoceronte vio el artista en Ras el Fil, y es pues posible que no sea del todo equitativa la comparación de su dibujo con una fotografía tomada en África (ilustración 58). Pero me dicen que ninguna especie conocida por los zoólogos corresponde al grabado que se pretende tomado al vif."

La tradición, en este ejemplo, se muestra con todo su poder. Tozudamente los pintores continúan en sus errores pese a tener delante la bestia. Los remaches de Durero, fruto del genio del maestro, se fijan con gran fuerza en nuestra mente y dejan una impresión duradera.

La tradición no es la Panacea ni tampoco una lacra que la bendita vanguardia haya por fin matado. Por más que la queramos negar, está ahí siempre, con lo bueno y con lo malo. Cuando se olvidan tradiciones milenarias, otras nuevas tradiciones las sustituyen, y con el tiempo, si se dan las condiciones, llegarán de nuevo a ser milenarias. La tradición es consustancial a nuestra especie. Aparece incluso en las tecnologías punta, como los ordenadores o los teléfonos móviles. Por ejemplo ¿alguien sabe por qué dejamos que se descarguen completamente las baterías de litio antes de recargarlas?

Los artistas necesitan beber siempre de una tradición. Stravinsky decía "quien se opone al apoyo se opone al movimiento". La tradición es precisamente el punto de apoyo que sirve de referencia para el cambio en el arte. Negar la tradición es negar también la evolución, transformación, la vida misma del arte.

Creo, francamente, que no hay nada más tonto, ni más tradicional -en el mal sentido- que negar las tradiciones.

jueves, 3 de enero de 2008

Propósitos para el nuevo año

Como todos los años, la gente suele hacer una serie de propósitos para cumplir. "Este año me saco el carné", "Este año visito a mi primo"...

Yo no voy a ser menos, y me vuelvo a poner unos objetivos, aunque sólo os cuento la parte artística, no me pagáis tanto para dar a saber mi vida sexual:
  1. Llegar a dibujar como Durero.
  2. Exponer en el Museo del Prado, o en su defecto, en el Reina Sofía.
  3. Ganar más que Lucian Freud con mis cuadros.
  4. Ser más conocido que Picasso.
  5. Hacer algún cuadro que sea más popular que la Monna Lisa.
Bueno, y tengo más, pero quizá no suene muy realista al menos para cumplir durante este año. Así que me conformo con:
  1. Preparar bien (y a tiempo) las exposiciones que tengo para este año.
  2. Seguir molestando con este blog, sobre todo a los que quieren que lo cierre.
  3. Terminar el/los cortometraje/s.
  4. Tener algún encargo chulo (y bien pagado).
  5. Viajar y ver mucha pintura.
Bueno, os deseo que tengáis un muy buen año nuevo, y que podáis cumplir vuestros deseos -excepto los que me dañen a mí o a los míos, claro- y ser algo felices.

martes, 1 de enero de 2008

Resultado de la encuesta sobre Nadales

Ayer, día 31 de Diciembre, a las 12 de la noche, es decir, con las campanadas famosas, se ha cerrado la polémica encuesta sobre las esculturas/ferreganchos de Felín Nadales. La pregunta era esta:

¿Te gustan las esculturas de Nadales que ha plantado la anterior corporación municipal en los lugares públicos de Ferrol? (Música en Caranza, Toxos, Barco en la rotonda de Alcampo, Puerta en la rotonda de la Residencia...)

Y este ha sido el resultado:

No, me horrorizan
88 (69%)
Sí, son muy bonitas
33 (26%)
Ni me había fijado ¿cuáles son?
5 (3%)


En total ha habido 126 votos. No es una participación increíblemente alta, ni se puede decir que una encuesta a través de internet sea muy representativa. Pero sí me parece al menos curioso que de cada 10 votantes, 7 se encuentren francamente horrorizados por las creaciones de Nadales.

Como regalo os dejo una foto de la obra nadalesa que hay en la rotonda de Caranza, que a mí, por lo elaborado de su base -cuidado césped incluído- y el atrevimiento de sus volúmenes me impacta especialmente. Quizá porque me recuerda vagamente a la riqueza y voluptuosidad, al lujo de ese mundo extinto de los países socialistas que tan hermosamente recrea la película "Goodbye Lenin".