En numerosas ocasiones, tanto los hartistas como otros seres racionales del planeta hemos dado en comparar el fenómeno del arte oficial y su "culto" con una religión. Si esto ya se nota cuando los artistas son perfectamente desconocidos, raya en lo surrealista cuando hablamos de los grandes santones como Duchamp, Beuys, Manzoni o Kosuth...
Visto lo visto, uno se pregunta si no deberían en serio presentar su iglesia como una religión más y así añadir a las prebendas de que ya disfrutan las inmensas posibilidades derivadas de convertirse oficialmente en una religión reconocida.
De este modo, comisarios, curadores, críticos y "artistas" de diverso pelaje pasarían a ser una casta sacerdotal, con el prestigio que eso conlleva. La conocida figura de "asesor cultural" o "asesor artístico" ganaría empaque, pues ya no sólo sería una persona acreditada por ciertas amistades, sino un cargo importante en la Jerarquía de la Iglesia Modernilla.
Luego, qué decir de las exposiciones en los templos (museos y centros culturales)... ¡Serían objetos sagrados dentro de auténticas catedrales! El recogimiento, el silencio, el respeto se presupondrían, no harían falta guardias de seguridad para impedir hacer fotos o llamar la atención a quienes se atrevan a reírse.
¿Y los fieles? Ya no tendrían que justificar su creencia con un incómodo discurso pseudofilosófico difícil de aprender y no digamos de improvisar. Los defensores del Arte Conceptual serían creyentes, sencillamente. Como creyentes no tendrían necesidad de justificarse. Podrían despreciarnos por infieles, por impuros, que es mejor y más fácil ¡Hasta podrían hacernos la Guerra Santa!
Pero lo mejor de todo es que podrían, amparándose en la LOE, incluír su culto en los colegios. Podrían empezar a adoctrinar a los tiernos infantes con ready-mades, escritos teóricos, videoinstalaciones... sin tener que esperar a que entrasen en Bellas Artes.
Yo espero con ansia ese día, en el que se empiecen a celebrar misas (performances) con fluidos corporales (tomad y bebed, esta es mi regla...) a los que asistan las Autoridades vestidas de gala. Pero lo que estoy deseando ver YA es la Semana Santa, con esas coloridas -de gris- procesiones conceptuales con las Santas Reliquias (objetos firmados por Beuys o alguno así) paseadas por nazarenos modernillos, con sus correspondientes gafas de pasta.
¿Por qué esta reflexión surrealista?
Porque en Girona, estos días, hemos podido visitar el Colegio de Arquitectos -situado en un edificio medieval- y allí se exponían reliquias del conocido profeta de esa religión llamada "Arte Contemporáneo" Joseph Beuys. Amén.
La sala, quitándonos a nosotros, estaba completamente vacía y silenciosa. Tan sólo se oían, como una letanía, las palabras sagradas en la voz del propio Beuys. Supongo que todos y cada uno de los creyentes en el Arte Contemporáneo (amén) sí entenderían el verbo sagrado, pero yo no sé alemán, lo siento.
La exposición, para los profanos como nosotros, era un montón de fotos del propio Beuys haciendo cosas corrientes (por ejemplo cavando una zanjita ante un público extasiado) y algunos objetos (sagrados) en vitrinas. Unas maderas con ¡la escritura del propio Beuys (alabado sea)!, que en mi opinión era un calígrafo más bien mediocre... otros objetos que estuvieron en SU sagrada mano, también firmados por el semidiós, etc. Había un aire de recogimiento en torno a esos objetos. Yo me esperaba ver en algún lugar la nariz momificada del propio Beuys o un brazo incorrupto, pero esas reliquias seguramente eran demasiado valiosas para trasladarse.
En una de las fotos se ve a Beuys (Loor a Él) plantando un roble escuálido. Pero no es un roble cualquiera, no se engañen. ¡Es un "prototipo" de los "7000 Eichen" de Kassel! Naturalmente, para entender la importancia de esto no basta ser un ciudadano corriente. Hay que ser creyente, la fe no puede explicarse.
Viendo lo absurdo e insulso de la exposición (ni las fotos ni los objetos expuestos tenían valor artístico perceptible), el hecho de que las vitrinas envuelvan objetos corrientes como si se tratase de reliquias, o que los carteles especifiquen detalles insignificantes como la técnica y composición de un vulgar trozo de madera sobre el que se ha escrito simplemente
COCO plantado el 24-12-1980 en la "Coquille Blanche" - Praslin - por Joseph Beuys
con rotulador permanente hacen pensar que no nos encontramos ante una exposición de arte sino de algún tipo de reliquias.
Reliquias que no poseen, desde luego, un valor arqueológico (apenas tienen 20 ó 30 años), ni histórico (los objetos recuperados del Titanic se exponen con menos parafernalia), ni son objetos para un culto fetichista (como una pelota firmada por Nadal o una camiseta sudada de Elvis), porque Beuys no es tan famoso ni aclamado.
Son objetos que poseen, evidentemente, un valor religioso. Porque efectivamente existe un grupo humano que cree realmente que este tal Beuys es algún tipo de figura especial, sobresaliente, iluminada por un saber sobrehumano, y que todos sus restos -hasta imagino que sus cagarrutas- tienen un valor altísimo. Da igual que se trate de una placa conmemorativa en una plantación, una foto de él mismo, o incluso un juguete popular hecho de paja, una regadera o hasta una mesa de carpintero vieja. Todo lo que Él Ha Tocado es sagrado. No entiendo ninguna otra razón salvo la fe, para creer que Sus reliquias sean especiales, o que su manera de plantar robles sea mejor que la de Manolo, el vecino de al lado de mi casa.
Ni que decir tiene que nos divertimos bastante haciendo fotos ante las reliquias, ya que no somos creyentes. La mejor es la que dejo para el final: es un cartel que avisa a los profanos:
¡Por favor, no tocar! es una intervención del artista*
(*)Artista, en esta frase, se refiere a Joseph Beuys.
Visto lo visto, uno se pregunta si no deberían en serio presentar su iglesia como una religión más y así añadir a las prebendas de que ya disfrutan las inmensas posibilidades derivadas de convertirse oficialmente en una religión reconocida.
De este modo, comisarios, curadores, críticos y "artistas" de diverso pelaje pasarían a ser una casta sacerdotal, con el prestigio que eso conlleva. La conocida figura de "asesor cultural" o "asesor artístico" ganaría empaque, pues ya no sólo sería una persona acreditada por ciertas amistades, sino un cargo importante en la Jerarquía de la Iglesia Modernilla.
Luego, qué decir de las exposiciones en los templos (museos y centros culturales)... ¡Serían objetos sagrados dentro de auténticas catedrales! El recogimiento, el silencio, el respeto se presupondrían, no harían falta guardias de seguridad para impedir hacer fotos o llamar la atención a quienes se atrevan a reírse.
¿Y los fieles? Ya no tendrían que justificar su creencia con un incómodo discurso pseudofilosófico difícil de aprender y no digamos de improvisar. Los defensores del Arte Conceptual serían creyentes, sencillamente. Como creyentes no tendrían necesidad de justificarse. Podrían despreciarnos por infieles, por impuros, que es mejor y más fácil ¡Hasta podrían hacernos la Guerra Santa!
Pero lo mejor de todo es que podrían, amparándose en la LOE, incluír su culto en los colegios. Podrían empezar a adoctrinar a los tiernos infantes con ready-mades, escritos teóricos, videoinstalaciones... sin tener que esperar a que entrasen en Bellas Artes.
Yo espero con ansia ese día, en el que se empiecen a celebrar misas (performances) con fluidos corporales (tomad y bebed, esta es mi regla...) a los que asistan las Autoridades vestidas de gala. Pero lo que estoy deseando ver YA es la Semana Santa, con esas coloridas -de gris- procesiones conceptuales con las Santas Reliquias (objetos firmados por Beuys o alguno así) paseadas por nazarenos modernillos, con sus correspondientes gafas de pasta.
¿Por qué esta reflexión surrealista?
Porque en Girona, estos días, hemos podido visitar el Colegio de Arquitectos -situado en un edificio medieval- y allí se exponían reliquias del conocido profeta de esa religión llamada "Arte Contemporáneo" Joseph Beuys. Amén.
La sala, quitándonos a nosotros, estaba completamente vacía y silenciosa. Tan sólo se oían, como una letanía, las palabras sagradas en la voz del propio Beuys. Supongo que todos y cada uno de los creyentes en el Arte Contemporáneo (amén) sí entenderían el verbo sagrado, pero yo no sé alemán, lo siento.
La exposición, para los profanos como nosotros, era un montón de fotos del propio Beuys haciendo cosas corrientes (por ejemplo cavando una zanjita ante un público extasiado) y algunos objetos (sagrados) en vitrinas. Unas maderas con ¡la escritura del propio Beuys (alabado sea)!, que en mi opinión era un calígrafo más bien mediocre... otros objetos que estuvieron en SU sagrada mano, también firmados por el semidiós, etc. Había un aire de recogimiento en torno a esos objetos. Yo me esperaba ver en algún lugar la nariz momificada del propio Beuys o un brazo incorrupto, pero esas reliquias seguramente eran demasiado valiosas para trasladarse.
En una de las fotos se ve a Beuys (Loor a Él) plantando un roble escuálido. Pero no es un roble cualquiera, no se engañen. ¡Es un "prototipo" de los "7000 Eichen" de Kassel! Naturalmente, para entender la importancia de esto no basta ser un ciudadano corriente. Hay que ser creyente, la fe no puede explicarse.
Viendo lo absurdo e insulso de la exposición (ni las fotos ni los objetos expuestos tenían valor artístico perceptible), el hecho de que las vitrinas envuelvan objetos corrientes como si se tratase de reliquias, o que los carteles especifiquen detalles insignificantes como la técnica y composición de un vulgar trozo de madera sobre el que se ha escrito simplemente
COCO plantado el 24-12-1980 en la "Coquille Blanche" - Praslin - por Joseph Beuys
con rotulador permanente hacen pensar que no nos encontramos ante una exposición de arte sino de algún tipo de reliquias.
Reliquias que no poseen, desde luego, un valor arqueológico (apenas tienen 20 ó 30 años), ni histórico (los objetos recuperados del Titanic se exponen con menos parafernalia), ni son objetos para un culto fetichista (como una pelota firmada por Nadal o una camiseta sudada de Elvis), porque Beuys no es tan famoso ni aclamado.
Son objetos que poseen, evidentemente, un valor religioso. Porque efectivamente existe un grupo humano que cree realmente que este tal Beuys es algún tipo de figura especial, sobresaliente, iluminada por un saber sobrehumano, y que todos sus restos -hasta imagino que sus cagarrutas- tienen un valor altísimo. Da igual que se trate de una placa conmemorativa en una plantación, una foto de él mismo, o incluso un juguete popular hecho de paja, una regadera o hasta una mesa de carpintero vieja. Todo lo que Él Ha Tocado es sagrado. No entiendo ninguna otra razón salvo la fe, para creer que Sus reliquias sean especiales, o que su manera de plantar robles sea mejor que la de Manolo, el vecino de al lado de mi casa.
Ni que decir tiene que nos divertimos bastante haciendo fotos ante las reliquias, ya que no somos creyentes. La mejor es la que dejo para el final: es un cartel que avisa a los profanos:
¡Por favor, no tocar! es una intervención del artista*
(*)Artista, en esta frase, se refiere a Joseph Beuys.