martes, 25 de mayo de 2010

Manel Fontdevila

Normalmente las épocas de crisis, a pesar de las penurias económicas y la tristeza generalizada, son épocas en las que florece el arte. Se dice que la necesidad agudiza el ingenio, y por lo que se ve, el talento brilla más cuando hay necesidad... y menos moscas en el pastel.

Pero si esta afirmación es cierta, y creo que sí, lo es mucho más en la ilustración satírica, porque precisamente en las épocas en las que los políticos, usureros banqueros, etc, tienen que dar explicaciones más a menudo, sus pifias se ven más y resultan aún más risibles.
gggg
Manel Fontdevila,
un famoso dibujante de cómic, cuya "Parejita" de "El Jueves" es ya casi como de la familia, ilustra desde hace un tiempo unas viñetas para el diario "Público", que se pueden encontrar en este blog: http://blogs.publico.es/manel/.

En él, su manejo de la expresión, caracterización de los personajes y dominio del dibujo en general lo colocan no sólo ya como uno de los grandes de la viñeta satírica, sino del dibujo de nuestros tiempos, como podéis ver en la imagen. Vaya aquí mi aplauso y mi reconocimiento, con peloteo incluido si es necesario.

jueves, 20 de mayo de 2010

El asunto del estilo (y 2)

Hace poco he publicado aquí un texto sobre las "excusas", los pretextos que los distintos artistas ponen para justificar su "hacer". El estilo buscado, el estilo como una disciplina deliberada ("voluntad de estilo") entra en la categoría de estas "excusas". Otra acepción de estilo sería el "estilo real", el estilo resultante, normalmente involuntario, que finalmente va afectando a la apariencia de la producción de un artista, y por extensión, de una escuela, un periodo histórico o una región del planeta. Es esta acepción de "estilo" la que Gombrich estudia en su brillante ensayo "Arte e Ilusión".

En realidad el hecho de que en un artista la voluntad de estilo y el estilo real coincidan es secundario. Entendido como el estilo real, el estilo resultante -deliberado o no- es algo que trasciende a las "excusas" y constituye efectivamente un apasionante objeto de estudio en todo el arte de cualquier época y lugar. Quizá no en todas las épocas se ha sido consciente de la existencia del estilo como algo distintivo, o al menos no en todas las épocas los artistas han sido conscientes de que podían variar el estilo, la apariencia de sus obras casi a voluntad.

Como la intuición va por delante de la mente, lo cierto es que este tema, mucho antes de que yo tomase conciencia de su importancia, se había convertido para mí en un foco de atención tanto como espectador que como practicante del arte.

http://gordondouglas.files.wordpress.com/2008/10/meninas-picasso.jpgEs por esta fascinación por los estilos, por esta conciencia que siempre tuve de que eran en realidad algo elegible por lo que seguramente me he sentido atraído por algunos artistas que precisamente hacían gala en su obra de ese mismo conocimiento. Picasso, por ejemplo, que fue cambiando de estilo, dejando a sus seguidores exhaustos o perdidos, en ocasiones mirando al pasado y en otras sacándose de la manga nuevos dogmas que en seguida él mismo dejaba de cumplir; Stravinsky, su alma gemela en la música (uno de mis autores favoritos). David Hockney dio un paso más, y no sólo utiliza diferentes estilos en sus obras, teniendo unas realistas, otras expresionistas... sino que combina varios estilos en una misma obra.

http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/hockney/hockney.unfinished-self.jpgEsta revelación sobre lo intercambiable del estilo la tuve de niño al hojear los libros de pintura que tenía mi madre en casa. Me ha hecho, por una parte, relativizar y desmitificar el asunto del estilo, lo cual seguramente es bueno. Pero también me ha impedido apostar por algún estilo en concreto con la ilusión del creyente. Sabía, por los experimentos de Picasso, Stravinsky y Hockney, que el estilo era como una careta, una especie de adorno como los que los arquitectos victorianos superponían a sus estructuras de fundición. Y por esa razón sabía que algo de impostura residía en esa apariencia. En el fondo equiparaba el estilo al efectismo puro y duro. Y seguramente en parte suele ser así. Durante años he renunciado conscientemente a dejarme llevar por los estilos históricos o contemporáneos, intentando purificar mi arte para que el estilo consistiera en la misma desnudez del dibujo o la pintura "puros".

Pero evidentemente, hasta el renunciar al estilo o incluso despreocuparse de esta cuestión es tan inútil como perseguir un estilo determinado: el resultado, sea el que sea, por muy desnudo de estilos que pretenda mantenerse, tiene finalmente un "acabado" concreto, y además está condicionado por un modo de hacer personal de su autor, con lo que finalmente hay siempre un estilo reconocible.

Esto lo aprendí por propia experiencia, ya que en mis dibujos, en los que había evitado copiar los tics estilísticos de mis maestros y compañeros o los de mis más admirados artistas, la gente -y yo mismo- reconocía mi mano. La confirmación vino durante los largos quince años que llevo dando clases de dibujo y pintura. Mis alumnos, quieran o no, siempre acaban haciendo dibujos parecidos a los míos. Porque inevitablemente, por más que me esfuerce en no tocar sus ejercicios, acaban "pensando el dibujo" con criterios semejantes a los míos. Comparados con los de mi mujer, mis alumnos dan más importancia a la línea que a la mancha, perfilan más, utilizan menos las texturas...






La última exposición que he preparado, "Desajustes" (hasta el 30 de mayo en A Coruña) me ha hecho más consciente de este asunto, al combinar dos visiones diferentes (a veces dos acabados y estilos diferentes) en una imagen nueva. Una "excusa" como esta, basada puramente en la técnica, ha terminado por conferir a los cuadros de esta exposición un acabado o estilo inconfundible y muy alejado de lo que Raoul Dufy y su hermano hicieron durante años mediante un recurso técnico análogo. Al final mis cuadros son 100% Anxo del mismo modo que lo eran los que no estaban "desajustados".

Si lo pienso, este tema de los estilos ya lo había abordado en algunos cuadros que pinté con anterioridad. Por ejemplo: http://www.anxovarela.com/pint/slides/p0050.jpg"Yo no encuentro, busco", de 2007, en el que dividí el cuadro en 16 partes, cada una con un estilo distinto;  o "Por San Xoán molla o pan" con la que gané un premio en Madrid, en el concurso de Anfaco del año pasado, imitando ese estilo informalista-dibujoso que suele verse en tantas exposiciones. Seguramente el estilo es una de mis obsesiones desde siempre, aunque yo mismo no lo supiese.

En fin, que el asunto del estilo tiene mucha miga. Hemos perdido seguramente para siempre la unidad de estilo de otras épocas y esa bendita despreocupación que permitía a los barrocos buscar el estilo entendido como excelencia y no como ropaje de sus obras. Pero precisamente por eso, porque hoy podemos darnos cuenta de que el estilo es elegible pero al fin y al cabo inevitable, también creo que no deberíamos, como artistas, obsesionarnos hasta tener sudores fríos por esta cuestión. Lo estilístico tampoco debería ser una "disciplina de partido", pues en realidad el estilo lo elegimos nosotros y nada impide cambiarlo cuando sea necesario. El estilo es una cuestión secundaria, puesto que incluso aunque renunciemos a crear un estilo nuevo o a adoptar uno existente nuestras obras siempre tendrán un estilo determinado, y si el talento nos acompaña nuestras obras siempre se reconocerán entre las de otros, del mismo modo que un Picasso o un Hockney se reconocen siempre como tales sea cual sea el color que estos artistas-camaleones hayan adoptado.

jueves, 13 de mayo de 2010

EXCUSAS o el asunto del estilo

Desde hace años soy militante del escepticismo artístico. Estudiar ya en mis tiempos de instituto los movimientos artísticos de la historia, en especial la aceleración en el ritmo de aparición de nuevos "ismos" desde mediados del siglo XIX me ha hecho relativizar bastante la cuestión del estilo. Mi propia experiencia como alumno de arte en mi ciudad (Ferrol) me ha ido aportando experiencias muy valiosas en este sentido. Fui alumno del gran pintor expresionista Ricardo Segura Torrella, cuya destreza dibujando me impresionó desde el principio. Con él estuve tres años, en los que aprendí a dibujar solamente, y aún creo que, de seguir vivo Ricardo, todavía ahora podría seguir aprendiendo dibujo con él. 

Ricardo Segura tenía un trazo firme, enérgico y lleno de vida, que apabullaba. Tanto, que sus alumnos se reconocían a la legua por su manera de dibujar. Los trazos de Segura, que él llamaba "las putaditas" conformaban un estilo "Segura Torrella" uniforme, al que curiosamente el propio Segura Torrella no estaba, ni mucho menos, atado. Segura, en definitiva, no era un "seguriño".

Cuando reviso los blocs de dibujo de aquella época, curiosamente, puedo notar su impronta, en el contraste, en los temas... pero no tanto en el estilo. Más o menos seguí mi camino de perfeccionamiento sin adoptar los tics de su trazo. En aquella época, realmente, mi ideal de dibujo empezaba en Segura, pero también devoraba libros de Leonardo, de Durero, de Ingres, de Picasso... y buscaba extraer sus secretos tanto como los de mi profesor.

Por aquel entonces mi obsesión era encontrar un "estilo" personal y lograr que ese estilo fuese reconocible y único para obtener el éxito (inventar mi propio "Cubismo"). Pero ningún estilo me parecía sincero en mí, porque sabía que cualquier estilo que imitase era eso, simple imitación y no fruto de mi trabajo o investigación. Lo hablé con Segura y con los artistas que conocía, incluida mi madre y Carmen, cuando la conocí. Concluí que debía despreocuparme. Quizá, con el tiempo, acabaría teniendo un estilo propio, aún sin buscarlo.

Al llegar a la Facultad, y pese a algún buen profesor, el nivel intelectual de este debate bajó a niveles descorazonadores. Para la mayoría de los profesores de allí, el estilo no sólo debía buscarse, sino que era algo importantísimo. Para ellos era necesario primero pensar qué estilo te convenía y luego afanarse en hacerlo conocido. Me dio asco esta actitud. Quisieron convencernos, en lo que llamaban "Historia del Arte" de que efectivamente el estilo era una decisión previa al oficio, y hasta que el oficio no importaba si el estilo era bueno. Pero mi intuición, confirmada por cada exposición nueva que veía, me decía todo el tiempo que no. Por primera vez me pareció que todo lo que decían los artistas en plan "yo soy cubista pero con un poco de expresionismo" eran sólo excusas, que valen en la medida de que motivan para pintar cuadros, hacer esculturas, etc...

Tras cuatro años en Pontevedra, Carmen y yo nos trasladamos a estudiar a Barcelona, y allí al fin tuvimos Historia del Arte de verdad. Se nos enseñó, por ejemplo, la evolución desde Pietro Cavallini a Masaccio pasando por Giotto, la diferencia entre las distintas escuelas locales del Renacimiento, las corrientes del Barroco... Con el tiempo también he ido leyendo maravillosos textos, como los de Gombrich en "Arte e Ilusión", que desarrollan este tema en profundidad y me han hecho afianzar mis intuiciones.

El estilo es para mí una especie de modo de hacer particular de una escuela, país, movimiento y en definitiva de cada artista, pero no es imprescindible obsesionarse con él, buscarlo de antemano o intentar que sea original (esta es otra cuestión de la que ya hablaré). En estos años he ido desarrollando una especie de teoría, un pensamiento sobre las motivaciones para pintar, que abarca algo más que el estilo, pues están también temas, técnicas, etc, que viene a ser eso de las excusas, pero que he formulado por primera vez de forma más o menos cuidada para el catálogo de mi actual exposición coruñesa. Aunque lo he publicado aquí ya, os vuelvo a traer este texto en un nuevo con-texto. Helo aquí:

Cuando un artista pinta suele centrarse en algo que le motiva: un tema, una técnica, un empeño revolucionario, un estilo... así tenemos paisajistas, acuarelistas, cubistas, seguidores de Bouguereau... A cada pintor le parece que su obsesión es la esencia misma del arte... La mayoría llegan a creer que lo que les motiva, sea lo que sea, es una especie de misión trascendental que les hace mejores que los demás.

Pero a mí me parece que estas obsesiones, estas motivaciones son sólo “excusas”. Una idea que revolotea en la cabeza del artista y le motiva para coger los pinceles y desmelenarse, pero nada más. Da igual que consista en el puro contraste visual entre un par de colores, la expresión del sentimiento de angustia por la crueldad del mundo, la imagen de la divinidad majestuosa o la descripción anatómica del sexo femenino. Da igual, incluso, que se trate de algo noble, lleno de buenos sentimientos por toda la Humanidad o inconfesables ansias íntimas y oscuras. Al final, lo que cuenta es que esa “excusa” ha servido para que un artista, una persona con un oficio un tanto raro, se haya sentido motivada durante un tiempo para sacar de su interior nuevas obras, volcando su inteligencia y destreza en un lienzo, una tabla, un papel...

Saber que tan sólo son excusas quita algo de gracia a utilizarlas. Uno ya no puede ser un fanático convencido del surrealismo, o volcarse alegremente en la salvación del mundo mediante los paisajes al pastel. Así que me limito a hacer lo que me apetece y si me preguntan, esa es mi excusa. Pensando qué hacer para esta exposición, me ha parecido bien ahondar en una técnica que vengo practicando desde hace un tiempo: los “desajustes”.

Lo de los “desajustes” es algo tan simple como hacer una mancha de colores y luego superponer un dibujo que no se ajuste completamente, como en los cuadros de Raoul Dufy (1887-1953). Un día decidí probar esa técnica, para pintar más rápido en un concurso de pintura ídem, y ahí empezó todo. Pronto vi que no sólo se trataba de rapidez o un efecto extraño; separar mancha y línea me hacía más consciente de la función de ambos componentes de la pintura. Los cuadros que os traigo aquí son el resultado de este juego, en el que muchas veces he fracasado porque mancha y línea tendían a coincidir casi al mílímetro, de modo que he tenido que desarrollar sistemas para forzar el desajuste, cambiando a propósito perspectivas, estilos, posturas....
Supongo que antes o después cambiaré de “excusa” y abandonaré los “desajustes”. O no, ¡quién sabe! Pero mientras, esto me ha servido para pintar nuevos cuadros, probar cosas nuevas y en definitiva... pasármelo pipa pintando.



martes, 11 de mayo de 2010

Últimos ajustes a "Desajustes"

Pasado mañana, miércoles, a las 8 de la tarde inauguro la exposición "Desajustes" en el Club del Mar de San Amaro (A Coruña). Estoy con los últimos preparativos.

Hoy os traigo, como aperitivo, los textos del catálogo. El mío, titulado "Desajustes" y el de Mariano Casas, que se llama "¿Desajustes?". Debo confesar que me da un poco de reparo el texto de Mariano, no estoy acostumbrado a que digan estas cosas de mí...

Las imágenes que presiden este post son los dos últimos dibujos que he hecho hoy para la exposición con el móvil Nokia 5800. Lo cierto es que a pesar de que no tengo tiempo para nada he podido pintar cuadros nuevos, a ratos libres. Mañana debo acabar un par de cuadros para llevar.



DESAJUSTES
Por Miguel-Anxo Varela Díaz

Cuando un artista pinta suele centrarse en algo que le motiva: un tema, una técnica, un empeño revolucionario, un estilo... así tenemos paisajistas, acuarelistas, cubistas, seguidores de Bouguereau... A cada pintor le parece que su obsesión es la esencia misma del arte... La mayoría llegan a creer que lo que les motiva, sea lo que sea, es una especie de misión trascendental que les hace mejores que los demás.

Pero a mí me parece que estas obsesiones, estas motivaciones son sólo “excusas”. Una idea que revolotea en la cabeza del artista y le motiva para coger los pinceles y desmelenarse, pero nada más. Da igual que consista en el puro contraste visual entre un par de colores, la expresión del sentimiento de angustia por la crueldad del mundo, la imagen de la divinidad majestuosa o la descripción anatómica del sexo femenino. Da igual, incluso, que se trate de algo noble, lleno de buenos sentimientos por toda la Humanidad o inconfesables ansias íntimas y oscuras. Al final, lo que cuenta es que esa “excusa” ha servido para que un artista, una persona con un oficio un tanto raro, se haya sentido motivada durante un tiempo para sacar de su interior nuevas obras, volcando su inteligencia y destreza en un lienzo, una tabla, un papel...

Saber que tan sólo son excusas quita algo de gracia a utilizarlas. Uno ya no puede ser un fanático convencido del surrealismo, o volcarse alegremente en la salvación del mundo mediante los paisajes al pastel. Así que me limito a hacer lo que me apetece y si me preguntan, esa es mi excusa. Pensando qué hacer para esta exposición, me ha parecido bien ahondar en una técnica que vengo practicando desde hace un tiempo: los “desajustes”.

Lo de los “desajustes” es algo tan simple como hacer una mancha de colores y luego superponer un dibujo que no se ajuste completamente, como en los cuadros de Raoul Dufy (1887-1953). Un día decidí probar esa técnica, para pintar más rápido en un concurso de pintura ídem, y ahí empezó todo. Pronto vi que no sólo se trataba de rapidez o un efecto extraño; separar mancha y línea me hacía más consciente de la función de ambos componentes de la pintura. Los cuadros que os traigo aquí son el resultado de este juego, en el que muchas veces he fracasado porque mancha y línea tendían a coincidir casi al mílímetro, de modo que he tenido que desarrollar sistemas para forzar el desajuste, cambiando a propósito perspectivas, estilos, posturas....
Supongo que antes o después cambiaré de “excusa” y abandonaré los “desajustes”. O no, ¡quién sabe! Pero mientras, esto me ha servido para pintar nuevos cuadros, probar cosas nuevas y en definitiva... pasármelo pipa pintando.



¿DESAJUSTES?
Por Mariano Casas

¿Y dónde está el desajuste?, se preguntará el que lee estas líneas y ve estos cuadros...¿qué es lo que no se ajusta a qué en estos cuadros, en esta exposición?.

Muchos pintores darían todo lo que estuviera en su mano, venderían su alma al diablo por poder "desajustarse" como lo hace Anxo, pero, aaah, amigos, ahí está el truco, desajustarse lo hace quien puede, no basta con querer.

¿Que el dibujo sigue un curso y la mancha otro?, ¿que a pesar de ese aparente desajuste, la armonía, la belleza, el alma del cuadro, de la pintura...no desaparece de los lienzos? ¿dónde está el truco?...¿qué es lo que tienen estos cuadros?...¿los ha calcado?...¿tiene un equipo de ayudantes, o de ingenieros, como los grandes cocineros, que dictan el camino a su pincel?...¿porqué Anxo pinta como otros no podemos? ¿será acaso lo que come?..¿habrá ido a una universidad de esas de pago?..¿es magia?...

Es más sencillo que todo eso...más sencillo para él, claro. Saber qué decir y saber cómo decirlo son dos ingredientes que rara vez coinciden en un artista, y cuando coinciden de una manera tan rotunda todo parece fácil, hasta jugar con el significante sin que el significado se resienta un milímetro.

Hoy parece un sacrilegio pedirle a un artista que conozca su oficio, a un pintor que sepa pintar, y por eso resulta aún más sorprendente reconocer en un pintor no sólo esa cualidad de una manera absoluta, sino además el poder convertir ese saber hacer en algo que no tiene nada que ver con el virtuosismo gratuito, sino con algo que va mucho, muchísimo más allá de todo eso.

De todos los pintores que conozco, y conozco muchos, probablemente Anxo sea el que mejor SABE PINTAR, pero en sus cuadros, en su trabajo, esto es sólo el principio, es lo que está en los tubos de pintura, en los pinceles...

Todo lo demás, lo más importante, lo que no se puede aprender, está dentro de los cuadros. El oficio parece insignificante cuando se tiene además talento...cuando en cada cuadro hay algo que llama al espectador, que lo atrapa y que lo seduce. Y cuando las cosas que uno hace lo retratan a sí mismo y no sólo a las cosas que le rodean. Eso es lo que yo llamo pintura.

En fín, amigos, el único desajuste posible ante estos cuadros, ustedes lo comprobarán, es verlos y no desearlos. Pero eso sería un desajuste muy grave en un espectador de los cuadros de Anxo...yo de hecho, aún no conozco a nadie que lo haya padecido.

Y no se preocupe...usted TAMPOCO lo sufrirá.


jueves, 6 de mayo de 2010

Dibujos hechos con el móvil Nokia 5800

http://lh3.ggpht.com/_OZB6zqEi8cc/S-MAC_z8-xI/AAAAAAAAHAw/VgvbsvairWg/04carmen_emb-001ren.jpgDesde su primitiva función de servir para comunicarnos han pasado a convertirse en una extensión de nuestros cerebros. Los teléfonos móviles (celulares al otro lado del charco) nos acompañan todo el día y además sirven como listín telefónico, recordatorio, despertador... Los smartphones aumentan la lista de sus funciones y casi casi son ordenadores en miniatura...

http://lh3.ggpht.com/_OZB6zqEi8cc/S-MBUJJbTFI/AAAAAAAAHBU/y32nm6zEOtw/13caracola2-001.jpgMi teléfono inteligente es el Nokia 5800 XpressMusic. He descubierto que no sólo sirve para todo esto, también es una estupenda herramienta de dibujo. Aquí os dejo una carpeta virtual con dibujos hechos sobre su pantalla táctil resistiva (así se llama esta tecnología), que junto con aplicaciones como XpressSketch o PaintPad permiten acabados de gran sutileza y precisión.

http://lh3.ggpht.com/_OZB6zqEi8cc/S-MBHccW1AI/AAAAAAAAHBE/69YB5mVWDBU/s512/09jripho2.jpgMuchos de estos dibujos los he hecho para la nueva exposición que inauguro la semana que viene en Coruña (Club del Mar de San Amaro).