viernes, 11 de enero de 2008

El Rinoceronte de Durero

Existe un mito, en el que yo mismo creí durante mucho tiempo, según el cual el arte imita a la naturaleza. Pero el estudio de los pintores antiguos, mal que me pesara, me convenció de que esto es un simple mito. Muy bello, y puede que hasta tenga valor en Filosofía, pero las salas de un gran museo nos demuestran a cada paso que no es así. Si hay algo común a todas las épocas es que los pintores, como decía Gombrich, aprenden de otros pintores. La Naturaleza, mal que nos pese, apenas inspira al arte. La tradición, tantas veces maldecida, es la columna vertebral del arte.

Una demostración muy curiosa la tenemos en el famoso caso del Rinoceronte de Durero.

El Rinoceronte, como otros animales exóticos, era conocido en Europa por relatos casi legendarios. Se sabía de su existencia, pero muy raramente algún europeo había podido ver uno realmente.

En 1515, partiendo de una somera descripción y un pequeño boceto ajeno, Durero talló una xilografía en la que representó al animal. Lo curioso es que esta representación, tan poco fiel, pues representa una especie de armadura con remaches en lugar de la piel, fue tenida por modelo a seguir hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso después. Y eso a pesar de que ya en 1579 vivía en Madrid un rinoceronte, o que se llevó otro a Londres en 1684. Según escribe Gombrich:
"(...) Y sin embargo se ha demostrado que esa criatura mitad inventada sirvió de modelo para todas las imágenes del rinoceronte, incluso en libros de historia natural, hasta el siglo XVIII. Cuando, en 1790, James Bruce publicó un dibujo del animal (ilustración 57) en Travels to Discover the Source of the Nile, mostró con arrogancia que lo sabía muy bien:

«El animal representado en este dibujo es natural de Cherkin, cerca de Ras el Fil [...] siendo el primer dibujo de un rinoceronte de dos cuernos que jamás se haya presentado al público. La primera figura del rinoceronte asiático, la especie con un solo cuerno, la pintó Alberto Durero, del natural. [...] Estaba asombrosamente mal ejecutada en todas sus partes, y fue origen de todas las monstruosas formas bajo las cuales se ha pintado a aquel animal, desde entonces. [...] Varios filósofos modernos lo han corregido en nuestros días; Mr. Parsons, Mr. Edwards y el conde de Buffon han dado buenas imágenes del natural; cierto que tienen algunos defectos, debidos sobre todo a los prejuicios preconcebidos y a la falta de atención. [...] Éste [...] es el primero con dos cuernos publicado, está dibujado del natural, y es africano.»

Si hiciera falta una prueba de que la diferencia entre el dibujante medieval y su sucesor del siglo XVIII es sólo de grado, aquí se la podría encontrar. Porque la ilustración, presentada con tanto alarde, no está ni mucho menos libre de «prejuicios preconcebidos» ni del obsesivo recuerdo del grabado de Durero. No sabemos exactamente qué especie de rinoceronte vio el artista en Ras el Fil, y es pues posible que no sea del todo equitativa la comparación de su dibujo con una fotografía tomada en África (ilustración 58). Pero me dicen que ninguna especie conocida por los zoólogos corresponde al grabado que se pretende tomado al vif."

La tradición, en este ejemplo, se muestra con todo su poder. Tozudamente los pintores continúan en sus errores pese a tener delante la bestia. Los remaches de Durero, fruto del genio del maestro, se fijan con gran fuerza en nuestra mente y dejan una impresión duradera.

La tradición no es la Panacea ni tampoco una lacra que la bendita vanguardia haya por fin matado. Por más que la queramos negar, está ahí siempre, con lo bueno y con lo malo. Cuando se olvidan tradiciones milenarias, otras nuevas tradiciones las sustituyen, y con el tiempo, si se dan las condiciones, llegarán de nuevo a ser milenarias. La tradición es consustancial a nuestra especie. Aparece incluso en las tecnologías punta, como los ordenadores o los teléfonos móviles. Por ejemplo ¿alguien sabe por qué dejamos que se descarguen completamente las baterías de litio antes de recargarlas?

Los artistas necesitan beber siempre de una tradición. Stravinsky decía "quien se opone al apoyo se opone al movimiento". La tradición es precisamente el punto de apoyo que sirve de referencia para el cambio en el arte. Negar la tradición es negar también la evolución, transformación, la vida misma del arte.

Creo, francamente, que no hay nada más tonto, ni más tradicional -en el mal sentido- que negar las tradiciones.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante blog.
ha sido todo un descubrimiento.
te invito a visitar el mío:

http://desnudaenelsatelite.es.tl/

Creo que tenemos cosas en común.


abrazos

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo, y esa frase de Stravinsky, que no conocía.
Yo creo que ese "odio" a las tradiciones, o al menos ese desapego, está presente en muchos aspectos de la sociedad. Hoy en día, en el cine, o en la tele por ejemplo, se sobrevalora la juventud de las personas que aparecen en esos medios.
Yo no soy de los que creen que la experiencia es un grado por sí sóla, pero desde luego la juventud o la bisoñez tampoco lo son, y en todo caso la tradición aporta el valor incontestable de las cosas que han resistido al tiempo, que son pocas.
En Galicia, es curioso, tenemos también una curiosa relación amor-odio con la tradición. Reivindicamos nuestros ancestros, aunque más que nada como forja de una identidad propia, pero luego nos cargamos sistemáticamente todo lo que estéticamente recuerde a lo tradicional.
Hay quizá un complejo propio de los vagones de cola, de los últimos que llegan a la "modernidad". No hay más que ver como se destrozan pueblos preciosos para construir urbanizaciones de mierda, o se quitan puertas de las de toda la vida para ponerlas de alumninio, un material sin duda precioso.
Ese tipo de desprecio a la tradición (aún valorándola o creyendo valorarla de puertas afuera), es impensable en Asturias o el País Vasco, por ejemplo, y no digamos más allás de los Pirineos.
Y si hablamos de la Facultad de Bellas Artes de Galicia, de la que tú y yo fuimos parte de los ESTAFADOS, está clarísima esa aversión por la tradición, y esa estúpida obsesión por abrazar todos los conceptos que se suponen modernos en un momento puntual.
Es significativo que Antón Castro, nuestro "profe" de historia en aquellos desgraciados tiempos, nos diese historia del arte "sólo de los años 80 en adelante" en primer curso, y sólo del siglo xx a partir de las vanguardias, en el segundo.
Y otros profesores, que decían abiertamente en su programación que lo que se hacía antes de las vanguardias "no era arte".
En fín, aparte de la evidente realidad de que de imbéciles está el mundo lleno, está claro que los países culturalmente desarrollados, entre los que no está el nuestro, son los que más respetan su propia tradición cultural, sin ponerle pegatinas, banderas ni himnos.

Alan dijo...

Un post muy interesante. Yendo un poco más allá, podríamos pensar cómo la imagen que tenemos de la realidad está más creada por las tradiciones y lo que establece la cultura que por la realidad misma.

Anxo Varela dijo...

Pues también. En realidad, aunque en su mayor parte las formas del arte se basan en tradiciones -y es lógico- a veces hay algunas fugaces miradas a la realidad, a la naturaleza. Ejemplos los tenemos en los estudios del natural del mismo Durero, de Leonardo, Giotto... pero son excepciones.

Del mismo modo se puede decir que a veces alguna mente especialmente inquieta llega a mirar la realidad en otros ámbitos.

Claro que en cualquier caso, la mente y sus categorías están formadas por el poso de las tradiciones que nos sirven para estructurar nuestro pensamiento: lo que vemos, oímos, sentimos...

Podría decirse que por más que midamos la realidad nosotros utilizaremos metros y todos los conceptos que esa medida lleva añadidos. Un inglés aplicará sus pulgadas y pies, y por tanto, ante la misma realidad unos y otros medimos de forma diferente, según las referencias -tradicionales- que nos estructuran hasta la percepción.

Dña.Manolita dijo...

Te superas día a día. Reflexión cojonuda.
Saludos

Alan dijo...

Me gustaría saber tu opinión sobre esto: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=476258&idseccio_PK=1026 . Parece interesante.

Alan dijo...

Vale, el enlace no quedó bien, me refería al éxito de los cuadros hiperrealistas de Juan Francisco Casas, hechos con bolígrafos bic.

Anxo Varela dijo...

En cuanto al procedimiento, a mí el bolígrafo me gusta mucho. Me parece muy expresivo y delicado, lleno de matices. Lo utilizo mucho, aunque me da rabia que se conserva francamente mal. Es demasiado vulnerable a la luz.

La pintura hiperrealista no es mi favorita. Me parece que no añade mucho a la foto. Es demasiado esclava de ella. A mí no me suele gustar la pintura hiperrealista, ni me parece tan difícil de hacer como se suele pensar que es.

Aunque tendría que ver la exposición... por su web y lo que cuentan por ahí parece que el tipo es simpático.

Si no te referías a esto, dímelo.

Saludos a todos y muchas gracias por los ánimos.

Anónimo dijo...

Ignoro el motivo, pero está visto que fabricar reproducciones perfectas de fotografías a gran tamaño mediante algún trazador inusual (ya sea bolis "bic", bordado a mano, o agujeritos a punzón...) pasa por ser ARTE con mayúsculas y de lo más MODERNO y ¡¡¡CREATIVO !!! -(tócatelos)-
A veces tengo la sensación de que el circuito artístico encumbra este tipo de figuración porque en el fondo sigue siendo -como Warhol- un producto de moda básicamente impersonal y una patada en los cojones al oficio tradicional de pintor.

Anxo Varela dijo...

Pozí.

Y los hay que se cabrean mucho cuando uno insinúa que "quizá" copiar una foto no es exactamente lo mismo que pintar del natural.

Anónimo dijo...

Es cierto, Brasas, a mí también me recordó a los cuadros hechos con un mechero de Dokoupil.
Yo tampoco entiendo porqué en el "circuito" se rechaza frontalmente la figuración, y de vez en cuando aparecen con fuerza artistas de este tipo, que a mí personalmente no me dicen nada.
Quizá sea una manera de "volver al oficio, pero sin el oficio"

Mafa Alborés dijo...

En realidad, los comentarios de Gombrich fueron rebatidos por Unberto Eco, que defendía a Durero como artista objetivo por motivos semióticos: el artista se limitaba a usar recursos gráficos reconocibles, imitando texturas y formas propias de armaduras y mallas militares reconocibles por cualquiera de su tiempo y contexto social, para entender que se trataba de un animal de piel dura. Efectivamente, la imagen resultó tan cautivadora y paradigmática, que muchos artistas e ilustradores la usaron como plantilla a modificar a la hora de ilustrar las historias naturales que se publicaron hasta bien entrado el siglo XIX. Sin embargo, aunque todos los teóricos que sustentaron este tópico de la distorsión y repetición de pautas gráficas mostraron las evidentes diferencias con imágenes fotográficas de rinocerontes (criticando, por ejemplo la ausencia del segundo cuerno en favor del mito del unicornio) ninguno de ellos, Gombrich y Eco incluídos, parecía tener noticias del rinoceronte asiático o blindado, unicorne, cuya imagen no contrasta tanto con la del referente utilizado casi con seguridad por Durero. (en mis blogs "La voz del animal invisible" y "El texto del animal invisible" encontrarás más información al respecto)