Por otra parte, comparto vida con Carmen Martin, que además de mi mujer y musa es una auténtica fuerza de la naturaleza en el arte. Hace dos días pasó doce horas seguidas pintando ante el público, en una acción pictórica sin precedentes en nuestra ciudad. Estoy ayudándole a organizar estas cosas, como ya llevo haciendo desde que nos conocemos, y no sólo asisto a la génesis de sus ideas, sino que participo en su desarrollo activamente.
Por otra parte, estoy echándole una mano cuando puedo a Juan Pablo Etcheverry, director de cine de animación, tan bueno que cuando lo conoces no te lo crees, excelente artista y mejor amigo. Con él está trabajando Diego Mallo, gran ilustrador, del cual somos también muy amigos y fuimos hasta compañeros de piso cuando estudiábamos en Barcelona. He participado en los primeros estados de la película La Flor más grande del mundo, ayudando en diferentes campos. En parte, aunque sea una parte muy pequeña, tiene algo mío.
Por supuesto, también tengo mis propios proyectos y además estoy llevando varios grupos de alumnos en Escola Aberta de Arte, cuyo trabajo final en este curso será un cortometraje, que debo dirigir.
El caso es que la distancia y al mismo tiempo proximidad que tengo con estos proyectos artísticos hace que ahora mismo ocupe un lugar privilegiado, y que hasta un punto insospechado, consecuencia de unas circunstancias muy concretas, esté viendo precisamente el arte desde dentro, como poca gente puede.
Qué voy a decir. Para mí es fascinante, maravilloso. Estoy aprendiendo de una manera tal que ni el mejor máster en una universidad extranjera podría proporcionarme. Y estoy muy, muy contento con ello, porque creo que un artista, al menos un artista de verdad siempre está aprendiendo.
Otros con menos suerte ya están de vuelta. Ya saben todo lo que tenían que saber. Exponen en Ferrol en los sitios más respetados... pero yo me quedo con la cita de Hokusai que menciona Betty Edwards en su famoso libro:
Desde la edad de seis años tuve la manía de dibujar la forma de los objetos. Pero todo lo que he producido antes de los sesenta no vale la pena. A los setenta y tres aprendí un poco acerca de la verdadera estructura de la naturaleza, de los animales, plantas, y aves. Cuando tenga ochenta, por consiguiente, habré progresado mucho; a los noventa penetraré el misterio de las cosas, a los cien habré alcanzado una etapa maravillosa, y cuando tenga ciento diez, todo lo que haga, ya sea un punto o una línea, estará vivo.
1 comentario:
Un abrazo envidioso :)
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