viernes, 30 de noviembre de 2007

La Vanguardia Permanente

Uno de los principios que sustentan el anti-arte, arte oficial actual, es el de que la vanguardia, entendida como necesidad de innovación, búsqueda de la originalidad es una condición universal y eterna del arte. Que arte y originalidad vayan indisolublemente unidos es algo que ya cuestioné en otro post anterior (La originalidad como motor del arte).

Según la versión oficial de la Historia del Arte, los principios de originalidad, innovación, se pueden encontrar en el arte en todas y cada una de las etapas históricas y en todos los artistas de relieve.

Es el mito de La Vanguardia Permanente. Sabemos, por la física elemental, que no es posible el movimiento continuo, en el que un impulso inicial empuja infinitamente un mecanismo. El rozamiento, el desgaste, acaban parando, por las pequeñas pérdidas de energía, cualquier mecanismo de perpetuum mobile por ingenioso que sea. Hoy en día los científicos rechazan sin titubear a aquellos que dicen haber inventado la máquina-motor permanente. Suelen ser embaucadores, gente que quiere vivir de una patente dudosa sin dar un palo al agua.

La Vanguardia Permanente responde al mismo principio: Una vanguardia, impulso de renovación, es por definición efímera, poco duradera. Dinamita el terreno para que otros puedan edificar sobre las ruinas humeantes. Pero si la vanguardia sustituyese a la construcción permanentemente, llegaría un momento en el que nada quedaría para dinamitar. Es preciso que haya siempre antes de la vanguardia una etapa de construcción, si no la destrucción no tendría sentido: no podría llevarse a cabo ni serviría para nada. En sí, la idea de renovación, de innovación, está contrapuesta a la de perpetuidad, como es evidente.

El mito de la Vanguardia Permanente, se muestra más falaz todavía si se pretenden explicar con criterios de vanguardia los hechos del pasado artístico. Me explico. De ser cierto que el arte va unido siempre a la originalidad, el arte egipcio no puede ser considerado arte; los egipcios hacían precisamente de la continuidad, de la inmutabilidad de los cánones, su mayor orgullo.

Ni siquiera este impulso de querer repetir, de lograr un lenguaje fijo, clásico, y no la inestable originalidad es exclusivo del arte egipcio. Sin ir más lejos, sigue vivo hoy en nuestros dibujantes adolescentes, que se empeñan en alcanzar y perpetuar las soluciones del cómic japonés -manga- y atesoran con orgullo esa influencia. El estilo manga, aunque nos pese, ha venido para quedarse, y hoy inunda la estética joven en películas, cómics, publicidad... Dígale usted a un chavalín que dibuja guerreros o mariposas estilo manga que sea original, que no copie a los japoneses. No lo entenderá, porque el manga "mola".

En un alarde de prepotencia, pero también de manipulación, o si acaso simpleza, la historia del arte que oficialmente nos presentan, busca elementos genio entendido en el sentido moderno, de originalidad, no ya en Egipto -que también- sino en artistas clásicos como Leonardo, Miguel Ángel, o Rafael, obviando la enorme importancia de los talleres en que cada uno aprendió su oficio, las influencias que recibieron, de sus amistades, las escuelas locales de cada ciudad...

Se pretende que el arte sólo se entienda como la historia de la innovación. Pero no en el sentido técnico, como hicieron los griegos cuando hablaban de la conquista de la mímesis, o Vasari en sus "Vidas", sino como una recopilación de rebeldías y ocurrencias. Se convierte a todos los artistas de la historia en vanguardistas de su época, cuando la idea del "Más difícil todavía", cuando el prestigio de la palabra "nuevo" tiene sentido sólo en nuestro entorno consumista. En el pasado se valoraba más la tradición, el oficio, que la novedad.

Desengañémonos: el adjetivo "nuevo", que tan útil es hoy para vender detergentes o coches, pero también obras de "arte contemporáneo", no se utilizó como reclamo antes del siglo XIX, o si acaso el XVIII, es decir, cuando el arte empezaba a ser mercancía con la que especular. Realmente este adjetivo empieza a ser imprescindible en nuestra profesión con la vanguardia, para atraer a coleccionistas ricos y con poca cultura, que se guiaban de gurús, críticos o entendidos antes de invertir en arte.

Según el criterio hoy en boga, si Goya es importante no es por su fabulosa maestría, imaginación, cultura, por la intensidad de su trazo y la fuerza de sus obras, sino por haber sido precursor del impresionismo. ¿Precursor? ¿No será más bien que influyó en los que vieron sus obras, tanto en su época como mucho después? En esta profesión, los hallazgos afortunados -que no tienen por qué ser novedades, sino simplemente características que se ponen de moda o tienen cierto éxito- son imitados hasta la saciedad por los que vienen después, sean o no discípulos. Es muy significativo que después de Giotto la pintura italiana se transforma, alejándose un poco más del modelo bizantino. Se habla de renovación. Pero en realidad, ¿no estaba Giotto volviendo a una forma de pintura anterior, la de los pintores romanos? ¿no se encontró en Roma con los frescos de Pietro Cavallini, muy diferentes a la pintura que conocía en Florencia? ¿No recibió influencia del clasicismo romano (y del arte de centroeuropa) a través de las esculturas de los Pisano, padre e hijo?

No existe la tan traída y llevada originalidad, sino diversas influencias, y cambios en los gustos a lo largo de los siglos. Si miramos en su conjunto la Edad Media en el arte italiano vemos que los estilos europeos más fuertes, como el románico y el gótico, nunca llegan a cuajar totalmente en el país, que presenta versiones propias, "romanizadas" hasta grados extremos de los estilos internacionales. Lógico, en unas tierras que fueron cuna del Imperio, y en las que las ruinas clásicas eran más abundantes y de más calidad que en ninguna otra parte de Europa.

En cualquier caso, creo que los criterios vanguardistas sólo sirven para la época en que esos criterios influyen en la concepción del arte. Y me da la impresión de que empiezan a no ser válidos ya.

Ilustraciones:
  1. Perpetuum Mobile de Villard de Honnecourt, año 1230.
  2. Desarrollo del Canon Egipcio
  3. Dibujo manga-Disney de Jen Wang
  4. Cuadro picassiano de Jackson Pollock
  5. Bella cabeza pintada al fresco por Pietro Cavallini, en un estilo muy semejante al de Giotto.
  6. "El beso de Judas", una de las escenas de la vida de Jesús en la Capilla Scrovegni, por Giotto.

Galería Web

Acabo de subir imágenes de algunos de mis cuadros y dibujos a Internet. Esta es la dirección de la galería web:

http://www.anxovarela.com/pint/

Aún tengo que subir más imágenes y ordenar, clasificar, etc... pero ya hay cosas para ver. En mi web tengo más cosas, como una galería de carteles que diseñé, y pronto añadiré más. O al menos eso espero.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Culos

Estoy preparando una exposición sobre CULOS. Como soy muy original, y ya he hecho una exposición llamada nus, ahora haré esta, que se va a llamar "cus". Después, quién sabe, bus, chus, mus, pus...

Ya empecé a pintar culos, hoy mismo pinté uno durante la clase de la mañana... aunque a decir verdad es un tema que siempre me ha gustado. Conste que por los valores plásticos, porque ¿no es bonito un buen culo? Esas sombras, esas formas cambiantes, esos volúmenes...

Hay quien ha querido ver -sobre todo en la prensa especializada extranjera y especialmente en los debates televisivos del planeta vecino- una imitación de la iniciativa de los pies de mi mujer, Carmen Martín. Nada más lejos: si yo fuese mi mujer, tendría hechas ya doce exposiciones desde que apalabré la exposición hace un año.

En resumen: empieza la temporada de culos. Se aceptan donaciones (posatrices de culo, quiero decir, pero si queréis donarme dinero, encantado de la vida, que conste).

viernes, 23 de noviembre de 2007

El traje nuevo del emperador

Hace años, desilusionado, asumí que en Bellas Artes en lugar de enseñarnos los secretos del dibujo y la pintura nos enseñarían a odiar el arte y amar la mierda en lata. La impostura de lo que nos "enseñaban" me pareció tan evidente, tan obvia, y la manera de adoctrinar tan abusiva e injusta, que muy a mi pesar decidí dedicar parte de mi tiempo a combatir el engaño, a denunciarlo y hacer lo posible por subvertir el sistema establecido.
En mis tiempos de estudiante colaboré activamente con la revista de la ACME, totalmente proscrita y clandestina, y hoy aporto mi granito de arena con este humilde blog.

Toda ayuda es bienvenida. Mi mujer, ya en la facultad, tomó la decisión, contra la engañifa, de trabajar como una bestia. Eso ahuyenta bastante a los moscones, amigos del vagueo y la subvención, y les hace mucha pupa. Creo que es, al fin y al cabo, lo más útil para luchar contra la impostura en general.

Pero por la razón que sea, otros, como mi amigo Mariano Casas, o yo mismo, necesitamos antes hacer una toma de posición y construcción teórica, que contestase los argumentos del anti-arte. Para vencer era necesario convencer. Aunque realmente, para nosotros, es triste tener que esforzarnos en teorizar, en denunciar los engaños en vez de dedicar todo el tiempo a nuestra carrera artística. Pero no nos queda otra, no podemos esperar a que los expertos denuncien una situación que aunque afecta a toda la Sociedad, es a nosotros, los artistas, a quienes más daño hace.

Desde el primer momento en nuestro grupo de "rebeldes" en Pontevedra, encontramos apoyos en filósofos, artistas actuales, artistas del pasado y gente corriente que opinaba lo mismo que nosotros.

Si hay un símbolo, una referencia conocida por todos y que ilustra a la perfección todo lo que está pasando en el mundo del arte, y en otros aspectos de nuestra sociedad neoliberal y capitalista furibunda, es lo narrado magistralmente por Hans Christian Andersen en su famoso cuento

"El traje nuevo del emperador"

En el enlace tenéis el cuento completo.

Este cuentito infantil deja al descubierto todos los ingredientes del engaño que encierra el mal llamado arte moderno o contemporáneo, al que nosotros preferiríamos llamar arte oficial, pero que para distinguirlo del arte propiamente dicho denominamos, como hacía Duchamp, anti-arte.

En el cuento, los timadores que venden la tela inexistente dicen que es una tela mágica: los que no son adecuados para su cargo o estúpidos creen que no hay nada.

Lo curioso es que con el anti-arte pasa lo mismo: los que no son cultos o no abren su mente no pueden ver qué tiene de artístico una sala vacía, una lata llena de caca, o matar un perro.

Yo debo ser muy inculto y muy cerrado mentalmente porque tampoco lo veo.

Aunque aparentemente lo sencillo es aceptar que el anti-arte es arte, tal y como nos dicen, los hay que por más que nos esforcemos no conseguimos ver arte en él. No somos capaces de aceptar alegremente que el arte actual, como nos dicen las revistas especializadas, es el de esas "cosas" y no lo que nosotros pintamos. No somos capaces de comprender qué tienen en común los autorretratos de Rembrandt o las mujeres desnudas de Modigliani con unas bolsas llenas de periódicos o una foto de hace 50 años con las caras manchadas de rojo.

En este punto, cuando ya estoy a punto de abandonar, porque me empiezo a considerar zafio e inculto, pienso en el cuento de Andersen y me reconforto. Luego, ya más tranquilo, recuerdo la famosa frase de Abraham Lincoln:
“Se puede engañar a una parte de la gente todo el tiempo; se puede engañar a toda la gente una parte del tiempo, pero no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo”.

El arte siempre ha sido un pasatiempo para aristócratas, pues sólo las clases altas podían pagar los servicios de los artistas. Como decía una frase anónima, "el arte tiene amantes pobres y maridos ricos". Pero antiguamente el pueblo admiraba a los grandes artistas. Había un mínimo de calidad, un interés de la élite por conseguir lo mejor, lo más exquisito. Esto lo explica muy bien Mariano Casas en su blog.

Con la llegada del arte contemporáneo, prácticamente desde que empezó a utilizarse el término, es decir, desde el siglo XVIII y el XIX, el arte empezó a ser entendido cada vez por menos gente. La aparición sucesiva del Romanticismo, del Realismo, del Impresionismo y finalmente las Vanguardias Históricas, fue distanciando al arte del público, que cada vez entendía menos lo que se le presentaba. El arte que se fue perfilando como el actual anti-arte en una lenta evolución desde posturas de revival vanguardista, acrecentó la brecha entre público y artistas hasta puntos extremos. Un supuesto arte ultra-elitista, cuyo ejemplo más claro puede ser Damien Hirst, con obras que se valoran en millones de libras, y que consisten en animales muertos y embalsamados parcialmente, calaveras cubiertas de joyas...

La supuesta rebeldía de éste y otros "chicos malos" consiste en vender cosas carísimas a la gente que las puede comprar. Lógicamente, el 99% de los mortales, quedamos fuera de su alcance.

Sorprendentemente, este camino va parejo a la universalización de la Democracia. Pese a su evidente bondad, la democracia sigue siendo gobernada por las mismas clases altas, la misma aristocracia de antaño. Pero ahora, para mantener el poder en las manos de los de siempre, se necesita abrir cada vez más la brecha entre las clases bajas y altas. Como bien señala Mariano Casas en su blog sobre la ESO,

Yo creo que los gobiernos democráticos tienden a tener unos sitemas educativos defectuosos a propósito.
Un amigo, también profesor, planteó esta idea un día, conversando, y a mí me pareció una locura, pero cada día estoy más de acuerdo con él.
En los gobiernos autoritarios la educación directamente se manipula y ya está, como la tele, los medios o todo lo que pueda tener un receptor pensante.
Las democracias no pueden hacer esto, los gobernantes y políticos no pueden usar la enseñanaza como objeto de prolongación de su poder. Así que simplemente la dejan degradarse, y que se cree una sociedad hiperconsumista, con sentido crítico ausente o tendente a cero, y en la que hacer política se limite a gestos vacíos de contenido, dirigidos a una masa carente de juicio válido, y por tanto, manipulable al 100%.
Es como una tiranía incruenta, con una clase política privilegiada, y una plebe adicta a pasar el fin de semana en grandes superficies, y cuyas únicas preocupoaciones son saber en qué equipo correrá Fernando Alonso, o si Raúl irá al mundial.
Sus preocupaciones deberían ser otras, porque de hecho es una masa social que de algún modo vive tiranizada y oprimida, pero que ni siquiera ES CONSCIENTE de ello.

Las décadas previas y posteriores a los años 50 del siglo XX son decisivas para entender como se gestó nuestro mundo actual. En esa época se extendieron dos ideologías: el socialismo y el liberalismo. El socialismo en la Europa de entonces no tenía demasiado que ver con el socialismo real de Rusia o China. Era un ideal, bastante utópico, irrealizable. Pero al menos pretendía contrarrestar la fractura social, que era ya una tendencia muy marcada.
El liberalismo, en cambio, justificaba el capitalismo como el mejor sistema, e incluso como el sistema "natural", "único" de regularse la Humanidad. En el fondo, el análisis marxista, también estaba sirviendo de apoyo a estas tesis, al hacer hincapié en los medios de producción.

Todos sabemos qué ideología venció. Hoy día, hasta los partidos socialistas europeos utilizan análisis y políticas económicas de corte liberal o neoliberal. Pertenecen a las internacionales liberales del mismo modo que sus oponentes de derechas. Y si acaso, se diferencian en un mayor peso de la política social, que principalmente les sirve para suavizar una imagen mercadotécnica excesivamente cruda.

Pues bien: en esa época, los artistas se dividían igualmente en dos tendencias: los que pretendían descartar la vanguardia como método, para hacer un arte social y expresionista, en el que entraran de nuevo los sentimientos. Se quería devolver el arte al pueblo, es decir, hacer un arte de masas.
Enfrente, estaban los que se asentaban en el método vanguardista -que tan buenos dividendos había dado a la primera generación de artistas modernos- y no se preocupaban del público sino de la élite que les daba las ganancias.

En realidad los artistas no se daban mucha cuenta de esto, para ellos era una cuestión de libertad individual, como para los empresarios el triunfo del liberalismo supone alcanzar cotas de libertad reales. Liberalismo económico -es decir, desarrollo sin cortapisas del capitalismo- y Anti-arte -desarrollo sin cortapisas de la vanguardia- han ido parejos, y se han apoyado mutuamente.
El anti-arte, aprovechando el prestigio cultural y contracultural del arte de vanguardia, se utiliza para limpiar la imagen excesivamente inhumana y maquinal del liberalismo económico.
El liberalismo se utiliza para justificar la vitalidad y la calidad del anti-arte, pues se supone que en un sistema capitalista, liberal, democrático, lo que funciona económicamente lo hace por deseo expreso del pueblo, que sabe lo que es bueno y lo pide, y no por un empeño del poder.

Pero esto no deja de ser una falacia más o menos ingeniosa. Ni el liberalismo es un sistema neutral o natural, no dirigido, ni todo lo que el sistema nos vende es real, bueno o está vivo. El sistema, a poco que lo analicemos, necesita crear en nosotros, constantemente, necesidades ficticias -por ejemplo, cambiar de móvil cada seis meses- porque se sustenta en el consumo, en el despilfarro. No puede haber nada menos natural, nada más intencionado, nada más dirigido.

Una típica polémica falaz de este estilo es la de la telebasura. Los directivos de televisión justifican la emisión de telebasura no por sus motivos reales (es mucho más barato producir programas de telebasura que cualquier otro tipo de programas) sino diciendo: "La gente es lo que pide. Los índices de audiencia lo demuestran".

Quitando que las cadenas de televisión no están obligadas a emitir siempre lo que tiene más audiencia, quitando que pueden influir notablemente en la audiencia de los programas mediante marketing, quitando que los programas de telebasura tampoco son siempre éxitos -aún recuerdo la retirada de El Bus o de Escuela de Actores- hay una razón más: la gente no puede pedir nada, ve lo que se emite. Si emites mierda, verán mierda. Yo mismo he visto alguna vez, hipnotizado, la teletienda. ¿Quién no?

Lo que está muy claro es que la élite necesita una masa manejable, y por tanto, dormida. Se cuentan miles de mentiras, a cada cual más gorda, y nadie mueve un dedo. ¿Miedo? Peor, acomodación. Como bien señaló Marcuse, la alienación está enfocada en la conciencia misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la coacción (de la Wikipedia). En la aséptica "V de Vendetta" se muestra una distopía que no es más que la caricatura de nuestra sociedad, y no deja de parecer ingenuo ver cómo un solo hombre consigue desbaratarla, del mismo modo que en el cuento de Andersen un niño basta para que todos se den cuenta del engaño.

Pero a pesar de todo, yo no pierdo la esperanza.

La necesidad de ser un arte para la élite, ha sido desde luego una de las claves del éxito del anti-arte. Pero ahora, eso mismo precipitará su hundimiento.

Para entender por qué lo digo, pensemos en el low-cost. Aunque la élite tiene maravillosos productos de primera línea, como Porsches, Ferraris, televisores de plasma, ropa de Armani, Manolo's, etcétera, el sistema produce productos de imitación, de segundas marcas, que tienen un precio muchísimo más bajo. De este modo la plebe mejora un grado más su bienestar paralizante, y olvida su opresión, el engaño en el que vive. Aunque sólo la plebe se lo cree, la élite sigue viéndolos como plebe. Leamos un texto de Rafael Reig (extraído de Escolar.net):

Los ricos de verdad serán muchas cosas, pero idiotas del todo no son. Una camisa parecida a la que llevan no les va a engañar, se lo aseguro. Tienen esa cualidad tan sorprendente que Monterroso ya detectó en los enanos: se reconocen entre sí a simple vista. Para eso, han inventado la distinción, que no es más que una forma de distancia; es decir, de mantenernos a distancia a los demás.

Recuerdo haber leído en Gibbon que se discutió en el Senado romano la posibilidad de uniformar a los esclavos. Al final, decidieron que era demasiado peligroso porque si llevaban uniforme, ellos mismos se darían cuenta de cuántos eran: acabarían rebelándose. En mi opinión, eso es el low cost: no somos unos desgraciados, tenemos nuestro móvil, nuestra pantalla de plasma, muebles de Ikea y ropa de Zara. Los bancos, esos filántropos, nos ayudan a comprar una casa, un coche o un ordenador. ¿Qué más queremos? ¿De qué nos quejamos? No somos esclavos: podemos ir vestidos como los ciudadanos libres.

Mas no seamos pesimistas. Como siempre, ningún análisis de futuro predice todo. Por ejemplo, cuando parecía que el mundo se dividiría por siempre jamás en bloque capitalista y bloque comunista, cae el Muro de Berlín.

Ocurre que Lincoln tiene más razón que un santo. Si el engaño deja de estar en un grupo pequeño enseguida será descubierto. No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. El sistema ha cometido muchos errores, y por ahora más o menos ha sabido mantenerse. Pero empieza a hacer aguas. Al menos en lo cultural.

Mientras el arte contemporáneo fue arrebatado al gran público y se limitaba a un espectáculo para multimillonarios, el sistema basado en que el anti-arte es arte funcionó bien. La plebe no comprendía cómo un millonario pagaba muchocientos dólares por una lata llena de caca. Pero lo aceptaba, desde siempre se asume que los ricos son "extravagantes".

Al público en general se le mostraban los temas ya masticados, rematados. Por ejemplo, una visión heroica, edulcorada, de las Vanguardias Históricas, y se les dejaba a Picasso y a los pintores antiguos. De este modo lo de "yo es que no entiendo" funcionaba maravillosamente.

Pero ¡ay! la codicia. La codicia inconmensurable de los políticos, que inauguraban museos de Arte Contemporáneo hasta en el patio de tu casa si lo dejabas abierto de noche, la de los opinadores (gurús y expertos), la de los editores, la de las fundaciones, los bancos, y hasta de los profesores de la carrera de Bellas Artes, en un momento -los años 90- en el que el negocio iba muy bien, hizo que como decía el cuento, entre todos "matasen a la gallina de los huevos de oro".

El negocio iba tan bien, la teoría iba tan bien, los eventos tipo Bienal de Venecia y Documenta, Arco, etc, iban tan bien, la venta de libros, los programas de TV especializados... todo iba tan viento en popa que se pensó que al fin la gente corriente (la plebe) ya estaba preparada para asumir la modernidad. Ya todo el mundo podría entender el ready-made y la caca enlatada, y admirar a las señoras que semidesnudas se daban latigazos con la cabeza tapada por una capucha de raso.

Así que se preparó la versión low-cost del anti-arte, una campaña de popularización y consagración de figuras por todo lo alto. Las fundaciones como Caixa Galicia, las salas municipales, los museos de arte contemporáneo, los libros de Taschen, ya podían libremente dejar ver lo que hasta ahora estaba reservado a la élite.

Pero ocurrió lo peor. La gente, en lugar de pelearse por los productos low-cost del Gran Arte Contemporáneo, para imitar a sus ídolos de la élite -que compran por ejemplo, camas deshechas con manchas de sangre de regla- optaron por reírse. Igualito que el niño del cuento.

Y en esas estamos.

Algunos avispados empresarios, como Saatchi, se dieron cuenta y han reaccionado a tiempo, dando un giro de 180º a sus inversiones en arte. ¿Qué pasó?

Pues sencillamente, que las camas deshechas, los tiburones en formol, las salas vacías o las latas de caca no son, pese a su precio, pese a su marketing, bienes deseables, anhelados, codiciados con envidia como los Ferraris o las teles de plasma. Son -en muchos casos, literalmente, m-i-e-r-d-a. No valen nada. Un simple bluff. La élite misma había sido engañada. Y por doquier empieza a naufragar el negocio del arte contemporáneo, aunque apenas lo notemos todavía. El sacrosanto edificio teórico que lo sostenía era puro sofisma, muy aparente. Pero curiosamente, en este perfecto mundo liberal, capitalista, democrático, moderno, el arte necesita tener la misma función de siempre, que es algo más que ser comprada por la élite.

Mientras la plebe desconocía el anti-arte, los ecos de los happenings sonaban a rebeldía. Pero cuando a los mileuristas se les presentaron libros con cientos de ilustraciones de objetos horribles, espantosos, como caballos colgados del techo, que mostraban más que ingenio, caradura, el pueblo llano entendió al fin que de rebeldía, nada. Nada auténtico, nada que no hubiese sido previamente pactado, subvencionado y programado. Se rieron de los anti-artistas, de los opinadores, y de los millonetis que alguna vez pagaron algo.

Pero ¿por qué la élite no notaba el engaño? Primero porque según la ley de Lincoln, era un grupo pequeño, y es fácil mantenerlo engañado. Pero además porque la gente de la élite, que no necesita gran esfuerzo diario para mantener un buen nivel de vida, con lujo incluido, no nota fácilmente la diferencia entre lo auténtico, lo que lleva un trabajo o sinceridad detrás, de lo que es puro oportunismo aderezado con teatro.

Los bufones siempre han buscado a los ricos, no a los pobres. Porque el pobre sabe cuánto cuesta ganar mil euros, por lo que jamás tolerará que un niñato de palabra fácil, con manos impecables, sin callos en ellas, le pida cien mil euros por un frasco lleno de babas o heces.

Lo que no sabe mucha gente, y debería saber, es que a pesar de todo, están pagándole a esta gente sus pasatiempos. La mayor parte del dinero que en España se invierte en el llamado arte contemporáneo (anti-arte), es dinero público, es decir, salido de todos y cada uno de nuestros bolsillos. Subvenciones, museos, colecciones, estudios, facultades como la de Pontevedra... todo lo pagan nuestros impuestos. Y eso ya no es para reírse, sino para cabrearse.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La Bienal Definitiva

A través de un grupo de noticias al que pertenezco, Tela de Pintor, os traigo esta noticia extraída de Arte Informado. Información para disfrutar el arte. Sección Ferias y Bienales

São Paulo, ¿una bienal sin obras?

18 de Noviembre de 2007 - Domingo

El brasileño Ivo Mesquita, recién nombrado director artístico de la 28 edición de la Bienal de São Paulo,a celebrar entre el 19 de octubre próximo y el 30 de noviembre de 2008bajo el título "Em vivo contato" (En contacto directo), acaba de anunciar que este evento artístico, considerado como el mayor acontecimiento de las artes plásticas de América Latina y la segunda bienal más antigua tras Venecia, carecerá de obras de arte para centrarse en una reflexión sobre el momento del arte actual. "La bienal -ha dicho Mesquita- responde a un modelo de exposición del siglo XIX y estamos en el XXI. No creo que este modelo esté agotado, pero necesita una profunda revisión". No habrá, pues, obras de arte en el edificio construido por Niemeyer, aunque sí se podrá consultar una extensa biblioteca con la historia de las ediciones anteriores, desde la primera en 1951, así como información sobre las cerca de 200 bienales que se celebran actualmente en el mundo.

Mesquita,curador y crítico independiente, ha trabajado como curador en las últimas cuatro Bienales de Sao Paulo y es, además, director del Museu de Arte Moderna de São Paulo.El anuncio está provocando una fuerte polémica en toda Latinoamérica,donde artistas como el chileno Mario Navarro, el único artista local que participó en el evento paulista en 2006, ha señalado a El Mercurio,que "las obras son esenciales, una bienal sin ellas no funciona y si quieren destinar este evento sólo a reflexionar o al estudio entre artistas, indudablemente que el público se va a cansar". En las últimas ediciones, la bienal ha atraído a una cifra proxima al millón de visitantes. Por contra, responsables museísticos como el también chileno Patricio Muñoz Zárate (asistente de dirección del Museo de Bellas Artes) señala que "acá lo que hay es una crisis y en ese contexto, la Bienal São Paulo debe replantearse, me parece bien esta decisión, para analizar qué pasará a futuro, si se sigue justificando en el siglo XXI un evento en un recinto cerrado, como si fuera un museo más". Coincide con él, Francisco Brugnoli, director del Museo de Arte Contemporáneo, quien apuesta por una reformulación del evento,preguntándose si "con la llegada de internet y las nuevas tecnologías,¿se justifica seguir en este formato?".

Me parece cojonudo. En el colmo de la prepotencia, el señor comisario / sacerdote del culto al Anti-arte espera que todo el mundo visite la Bienal en la que literalmente no habrá nada que ver.

No es más que la consecuencia lógica, de los nihilistas planteamientos ¿estéticos? en los que se basa el anti-arte. Acostumbrados ya a considerar como arte las ideas, lo consecuente es que desaparezca todo rasgo de arte para exponer sólo ideas. Es absurdo, pero es a lo que lleva seguir posturas extremas y basadas en argumentos cogidos por los pelos.

En mi humilde opinión -que no es obligatorio compartir- tenemos dos opciones:

  • o dejamos que se termine de agotar y suicidar el anti-arte y esperamos a que el público hagla tabla rasa para que el Arte pueda volver a ocupar el lugar que el anti-arte le ha usurpado,
  • o lo combatimos desde ya mismo y terminamos de extirparlo, posibilitando que el ridículo de los que ya se han comprometido sea menor.

Lo que es evidente es que ya no convence ni a sus propios defensores, que ya están dando el paso definitivo: convertir un argumento para salir del paso (aceptamos barco como animal acuático=aceptamos ready-made como obra de arte) en una creencia en la que se basa un culto integrista y fanático que excluye todo lo que no sea anti-arte de ser considerado arte. Con este paso, excluyen también de un plumazo a las obras de anti-arte que disimulaban con cierta cantidad de materia real para exponer la idea. Es la idea por la idea... ¡ay!¡si Platón levantara la cabeza!

Aunque haya quien no me crea, yo disfruto cada segundo que desperdicio leyendo los medios: este siglo es auténticamente surrealista. Desde políticos que no se despeinan diciendo cosas propias del patio del colegio -y que les llevarían al despacho del director, castigados- y que contra todo pronóstico les sirven para justificar matanzas horripilantes como lo de Iraq, hasta en el mundo del arte psicópatas que matan perros y artistas y comisarios de bienales que en lugar de encerrarse en el WC y esperar al loquero en posición fetal deciden sobre el gusto del público cobrando de los caudales del estado.

Maravilloso.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Epígonos

En Ferrol, la Fundación Sinánimodelucro Caixa Galicia ha inaugurado recientemente una exposición sobre el ínclito Seoane: "itinerario do trazo".

Seoane
, junto con Maside, pasan por ser los grandes genios gallegos de la vanguardia. Pero yo, francamente, considero que no poseen calidad como para ser grandes genios, y que su vanguardia no pasa de ser un refrito de recuerdos picassianos en gente acostumbrada a copiar a Castelao.

Prefiero el ejercicio gimnástico de abrir simultáneamente dos libros de arte, y ver un Picasso, un Castelao, un Picasso, un Castelao, hasta terminar ambos libros, que pasarme unos minutos viendo un libro de Seoane. Sus dibujos son desmañados, sin demasiada gracia, y los temas tan tópicos, tan típicos que no consiguen conmoverme. Toda esa pintura de pescadores felices o tristes, labradores con sus aperos... prefiero verla en los pintores costumbristas del siglo XIX, que sentían el tema intensamente. Partiendo de un prejuicio bastante burgués y absurdo, suponemos que ser artista gallego consiste en retratar gente con una gaita en ristre y barquitas en el puerto.

Nos metemos de lleno así en el tema de los epígonos. Según el diccionario de la RAE:

epígono.

(Del gr. ἐπίγονος, nacido después).

1. m. Persona que sigue las huellas de otra, especialmente la que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior.


Yo, como bien sabéis, no creo que la originalidad sea ni un motor ni siquiera una característica propia del arte. Los egipcios han estado miles de años utilizando las mismas fórmulas sin apenas variación y no por ello fueron menos artistas, ni menos interesantes sus creaciones.

Yo abogo por la autenticidad opuesta a la originalidad. No se trata de hacer números de feria, de hacer "lo nunca visto" como si fuésemos empresarios ambulantes con chistera y bigote rizado. Se trata de ser uno mismo, de buscar lo auténtico, lo sincero, y mediante el trabajo sacarlo a la luz.

Y por eso mismo no me gustan los epígonos, los que piensan: "si X es un genio, copio a X y seré también un genio." Es una teoría tan pueril, tan absurda, tan indefendible, que sorprende con cuánta frecuencia se argumento poniendo cara seria.

Desde que Stieglitz lanzó al estrellato la "fuente" (el urinario) de Duchamp, han pasado ya 90 años, pero ¿cuántos WCs se han visto en exposiciones de arte "contemporáneo"? Y desde que Manzoni presentó como obra su propia caca, ¿cuantas copro-obras hemos disfrutado en los lugares de culto del Anti-Arte?

Esta hiperabundancia de epígonos en la pretendida vanguardia artística es muy grave. Un arte entendido como innovación vanguardista no puede repetir ideas, ni combinarlas. Contradice su misma esencia. Y ya digo, las formas son idénticas, y las ideas más. En comparación, el refrito evidente de formas de Picasso y Castelao que Seoane lleva a cabo es el summum del atrevimiento, de la originalidad.

Al menos Seoane hizo cuadros, dibujos... es decir, obras en las que lo importante eran los trazos, los colores, todo lo que puso en papeles, telas... y cada trazo, cada pincelada es diferente, única. También sus cuadros. Aunque se haya cansado de copiar a sus ídolos, y su técnica o su imaginación gráfica fuesen escasas.

No deja de ser irónico que el Arte Oficial, que hace de la originalidad, la novedad, su seña de identidad, que rechaza a Antonio López -ellos lo llaman Antoñito- por utilizar lápices y pincel, se base en obras epigónicas y artistas que no son más que epígonos de otros epígonos. Un arte supuestamente de vanguardia, que lleva a su espalda el pesado lastre de más de 90 años de repetición de ideas.

Si no os lo creéis os invito a comparar un catálogo de ARCO de su inicio (hace 26 años) y de la pasada edición. Quien sepa encontrar las diferencias que me lo explique.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Arte con mayúsculas: matar de hambre un perrito

En varios lugares encuentro una referencia a un tipo que ató un perrito callejero en una sala de exposiciones y lo dejó morir de hambre y de sed. Jo, todo un genio. Ya puestos, podría haber atado a un niño callejero, o pegarse él mismo un tiro y dejar programada la venta de sus despojos. De hecho, lo segundo hasta me parecería bien: un psicópata menos.

Lo curioso es que el respeto por estos caraduras y el tipo de "arte" que hacen llega tan lejos que anula en la mayor parte de la gente el impulso de simplemente llamar a la policía o hacer cualquier cosa normal, propia de los seres humanos normales, con sentimientos y esas cosas.

En este caso ni siquiera la evidente psicopatía de este tiparraco -su definición científica es hijo de puta- ha hecho que nadie rompiese las reglas del juego que suelen aceptar los que visitan las galerías de arte moderno. Será que los asiduos de ciertas galerías de arte contemporáneo son igualmente psicópatas, gentuza sin sentimientos, con la sensibilidad y la sinceridad anuladas.

Lo peor de todo es que este subnormal se estará riendo al ver que su fama aumenta cada vez que alguien comenta su brutalidad. Pensará que al escandalizamos por su maldad, por su psicopatía, por su superficialidad inhumana, está sufriendo la misma incomprensión de los vanguardistas en los principios del siglo XX, y su ego se inflará todavía más.

Es curioso el efecto de haber leído tres cositas sobre la vanguardia, y que le den dos palmaditas en la espalda para alguna gente con pocas luces y mucho afán de protagonismo.

Lo peor de todo, es que este tipo de reacción, de alegría frente al pesar producido por sus hechos, es típica en los psicópatas. Si consideramos este tipo de actos como arte, ¿por qué no considerar a los asesinos en serie también como artistas? Joder, qué cobardes son nuestras galerías de arte, ¡deberían meter en nómina a los psicho-killers! Qué puede ser más impactante como "obra de arte" que una sala llena de vísceras de sus víctimas. Y mejor todavía, que las víctimas fuesen personas aleatoriamente elegidas entre los visitantes. Veo un futuro de arte total, en el que las grandes megagalerías de arte contraten a asesinos psicópatas, violadores, pedófilos, y por qué no: a terroristas, incluso a los alegres chicos de Blackwater, la agencia que masacra en Iraq por encargo del gobierno norteamericano. Si es que nuestras actuales galerías son demasiado tibias... matar perritos, ¡qué poco! Es más artística la masacre de seres humanos indefensos. Los niños, por ejemplo, las mujeres... mucho más genial y artístico, sin duda.

Y a ver qué nos dicen nuestros admiradores de mierda enlatada. ¿Es arte matar perros de inanición en una galería? ¿Es normal ver eso como público y quedarse tan pancho?

Sólo me viene una expresión a la mente: hijos de puta. Hay que decirlo más.

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Por cierto, hay una página para recoger firmas contra este individuo, para que no le regalen su presencia en una de tantas bienales de arte moderno. Yo ya firmé, por supuesto, no quiero ni pensar que se pueda relacionar la actividad de este sujeto con lo que yo practico.