Hoy he estado escuchando dos piezas de Stravinsky:
"Historia de un Soldado", y "Agon".
Ambas me producen un placer casi obsceno. Y debo decir que desde el primer día, hace más de 20 años, ambas me han producido el mismo placer cada vez que las escuché. Encima tengo dos versiones verdaderamente magníficas (aunque no consigné los datos al pasarlas a MP3) que añaden a la ya de por sí sutil composición, la vida, el esplendor, la brillantez, que sólo los grandes intérpretes consiguen transmitir.
Días después de oirlas por primera vez, leí biografías de Stravinsky, me empapé de todos los contenidos racionales e históricos, de los datos supuestamente "imprescindibles", y lo cierto es que mi placer original no se aumentó, aunque en mi cabeza bullían datos nuevos cuando las volvía a oír. En el caso de la "Historia de un soldado", recuerdo haber leído que era una pieza pensada para ser interpretada con un conjunto pequeño, recorriendo Suiza durante la II Guerra Mundial, mientras un teatrillo de títeres representaba la historia. Música para niños. En "Agon", un ballet con una lucha de sexos, primitiva, y música serial.
Pero si digo la verdad, estos datos, aunque evidentemente forman parte de las capas de la cebolla a las que Pilar alude aquí, son sólo capas externas, y no más importantes que imágenes que acompañan a esas piezas, como recuerdos de momentos que acompañaron a cada escucha, dibujos que hice mientras oía esas piezas, e incluso una película estupenda de animación sobre "La historia de un soldado" hace muchos años, o una interpretación en vivo de esta pieza en un concierto al que asistí una vez. El saber las andanzas del músico, sus inquietudes estéticas, teorías, amistades, evolución... no me ayudan a "entender" la música mejor. Porque la música no se "entiende". Se escucha. Y estas dos piezas de Stravinsky me arrebatan de tal modo que me parece feo destruir el momento desconcentrándome y parándome a pensar en contenidos, interesantes, sí, pero que es mejor disfrutar luego, leyendo y dejándome llevar por las ensoñaciones cuando ya estoy en silencio y puedo disfrutar mejor de esos contenidos, sin la distracción de tener que atender mientras a la música.
Creo que los músicos, poetas, pintores, etc, prefieren -preferimos- que la gente dedique tiempo a oír, leer/escuchar, ver nuestras obras dejándose llevar que a que las analicen como podría hacer el androide "Data" de Star Trek.
Ese tiempo que nos dedican tan sólo a disfrutar de la obra es el más valioso, y por lo que vale la pena dedicarse al arte. A mí, la verdad, cuando alguien se pone a desmenuzar los cuadros, sean míos o de otro, diciendo eso de que si la composición, las influencias, la perspectiva, el personaje tal o el contenido tal... me desespera. Porque disfrutar del arte es diferente, ¡pero los que hacen eso creen que disfrutan, incluso que disfrutan más!
Es como si uno dice "me gusta esta chica, me he enamorado", pero en cuanto está con ella la mide, destaca si sus pechos tienen tal tamaño, sitúa su voz en una escala de grave a agudo, hace pesarse a la moza en una báscula de precisión y le recuerda que pesa tantos kilos y gramos, analiza el árbol genealógico de su familia hasta el siglo XIV, le obliga a hacerse un análisis de ADN para detectar marcadores anómalos, compara su color de piel con una escala, etc-etc. ¿Es eso estar enamorado? Pues no lo creo. Porque si estás enamorado, lo que más quieres es estar con esa persona, disfrutar de su compañía, de lo que te ofrece. Todos los datos objetivos de peso, medida, origen... aunque los sepas, pasan a un segundo lugar. De hecho, si haces semejante análisis riguroso, la chica te manda a paseo. Como es lógico.
Texto proveniente de un comentario mío en este blog
"Historia de un Soldado", y "Agon".
Ambas me producen un placer casi obsceno. Y debo decir que desde el primer día, hace más de 20 años, ambas me han producido el mismo placer cada vez que las escuché. Encima tengo dos versiones verdaderamente magníficas (aunque no consigné los datos al pasarlas a MP3) que añaden a la ya de por sí sutil composición, la vida, el esplendor, la brillantez, que sólo los grandes intérpretes consiguen transmitir.
Días después de oirlas por primera vez, leí biografías de Stravinsky, me empapé de todos los contenidos racionales e históricos, de los datos supuestamente "imprescindibles", y lo cierto es que mi placer original no se aumentó, aunque en mi cabeza bullían datos nuevos cuando las volvía a oír. En el caso de la "Historia de un soldado", recuerdo haber leído que era una pieza pensada para ser interpretada con un conjunto pequeño, recorriendo Suiza durante la II Guerra Mundial, mientras un teatrillo de títeres representaba la historia. Música para niños. En "Agon", un ballet con una lucha de sexos, primitiva, y música serial.
Pero si digo la verdad, estos datos, aunque evidentemente forman parte de las capas de la cebolla a las que Pilar alude aquí, son sólo capas externas, y no más importantes que imágenes que acompañan a esas piezas, como recuerdos de momentos que acompañaron a cada escucha, dibujos que hice mientras oía esas piezas, e incluso una película estupenda de animación sobre "La historia de un soldado" hace muchos años, o una interpretación en vivo de esta pieza en un concierto al que asistí una vez. El saber las andanzas del músico, sus inquietudes estéticas, teorías, amistades, evolución... no me ayudan a "entender" la música mejor. Porque la música no se "entiende". Se escucha. Y estas dos piezas de Stravinsky me arrebatan de tal modo que me parece feo destruir el momento desconcentrándome y parándome a pensar en contenidos, interesantes, sí, pero que es mejor disfrutar luego, leyendo y dejándome llevar por las ensoñaciones cuando ya estoy en silencio y puedo disfrutar mejor de esos contenidos, sin la distracción de tener que atender mientras a la música.
Creo que los músicos, poetas, pintores, etc, prefieren -preferimos- que la gente dedique tiempo a oír, leer/escuchar, ver nuestras obras dejándose llevar que a que las analicen como podría hacer el androide "Data" de Star Trek.
Ese tiempo que nos dedican tan sólo a disfrutar de la obra es el más valioso, y por lo que vale la pena dedicarse al arte. A mí, la verdad, cuando alguien se pone a desmenuzar los cuadros, sean míos o de otro, diciendo eso de que si la composición, las influencias, la perspectiva, el personaje tal o el contenido tal... me desespera. Porque disfrutar del arte es diferente, ¡pero los que hacen eso creen que disfrutan, incluso que disfrutan más!
Es como si uno dice "me gusta esta chica, me he enamorado", pero en cuanto está con ella la mide, destaca si sus pechos tienen tal tamaño, sitúa su voz en una escala de grave a agudo, hace pesarse a la moza en una báscula de precisión y le recuerda que pesa tantos kilos y gramos, analiza el árbol genealógico de su familia hasta el siglo XIV, le obliga a hacerse un análisis de ADN para detectar marcadores anómalos, compara su color de piel con una escala, etc-etc. ¿Es eso estar enamorado? Pues no lo creo. Porque si estás enamorado, lo que más quieres es estar con esa persona, disfrutar de su compañía, de lo que te ofrece. Todos los datos objetivos de peso, medida, origen... aunque los sepas, pasan a un segundo lugar. De hecho, si haces semejante análisis riguroso, la chica te manda a paseo. Como es lógico.
Texto proveniente de un comentario mío en este blog
10 comentarios:
Pues dirá lo que quiera, pero Stravinsky compuso porque existía el Canon.
Mi equipo de trolls y yo exigimos que nos cuente más del lugar llamado Luanho.
Es curioso, porque en las biografías se descubre un episodio curioso con respecto a eso: al parecer las obras que escribió en su etapa "rusa" no estaban protegidas por derechos de autor en Norteamérica. De modo que tuvo que volver a escribir (en realidad transcribir con cambios casi imperceptibles) sus primeras obras, como la "Consagración de la Primavera" o "El pájaro de fuego" para poder cobrar por esas obras en EEUU. De hecho parece ser que en Fantasía los de Disney pudieron modificar a voluntad la partitura de la Consagración precisamente por no tener protección de ningún tipo.
Creo que, de alguna manera, tú disfrutas de las obras como lo que eres, un artista, un creador... y eso, aunque no lo veas, forma parte de la cebolla, y hace 20 años, aunque te empeñases en no verlo, ya lo tenías... En cualquier caso, y a pesar de tu intento por dinamitar mi bonita "Teoría de Shrek" (hummmmm...), creo que sigue siendo válida. Conmigo funciona, al menos. Supongo, que cada uno disfruta del arte a su manera y eso, SIEMPRE debemos respetarlo, porque, como todos sabemos, el placer es subjetivo. Lo que no tengo tan claro es si todo placer es aceptable...
Es curioso que hayas abierto este debate, porque estoy escribiendo algo para mi blog sobre arte y placer... ¡Es un tema genial! Gracias. Os leo.
Hombre, Anxo... me parece acertado que no censures los comentarios de Rubén, -ni de nadie en general- pero que incluso le hagas propaganda... pfff...
¿Pero no ves que cada vez que nombra a los hartistas es con desprecio? Qué pasa, las pelis de Cristo y Ben Hur que dan estos días por la tele te llevan a poner sumisamente la otra mejilla?
;D
Bueno, propaganda no es, simplemente que el post proviene de un comentario allí, y justo es enlazarlo.
Puede que el anónimo último fuese otra vez él, pero tendremos que creerle si dice que no. Por otra parte también creo que a veces la discusión con gente que todavía no se ha hecho hartista (no descarto tu conversión o incluso la de Rubén en un futuro) puede ser productiva. Y si él sigue en ese tono, mucho más calmado, puede que surjan debates hasta interesantes, aunque seamos de ideas contrarias.
Por mi parte tengo muy claro que seguiré en mis trece, como tú dijiste una vez, tengo una "misión", y eso es lo que me impulsa a llevar un blog como este.
Pilifrei, no pretendía dinamitar tu teoría de la cebolla de Shrek. En realidad sólo trato de destacar el valor emotivo sobre el racional a la hora de recibir arte, sea cual sea. Y de que ese valor proviene de la forma.
Pero no obstante creo que tu teoría de la cebolla precisa de una revisión, una precisión mayor, porque creo que a veces las capas de la cebolla estorban: recuerdo cuando estudiaba Restauración. Llegó un momento en el que cuando visitaba un museo veía más las restauraciones que los cuadros. Me llevó un par de años desintoxicarme de eso.
Así como a muchos le lleva un par de años desintoxicarse de los remanentes conceptualistas en el arte.
De otra parte, no estoy tan seguro - como Pilifrei - que el placer artístico sea subjetivo, yo lo siento muy orgánico, si no estoy mal Anxo lo comparaba hace poco con el placer sexual.
Podría decirse que el placer sexual es subjetivo?
Aunque puede ser diferente para cada quien, casi siempre existen más coincidencias que diferencias al elegir qué tipo de fenômenos producen mayor o menor placer.
Por eso pienso que las grandes manifestaciones del espíritu a través del arte conmueven a la biología humana a todos por igual.
Sin embargo, los matices, modulaciones y tonalidades estéticos son tan amplios como el número de sabores e intensidades perceptibles.
Pues llamadme rarita, si queréis, pero sigo pensando que todo placer tiene una gran carga de subjetividad (incluido el sexual), aunque obviamente sí existe un patrón general que suele funcionar... Hay gente a la que le pone (con perdón) la celulitis, a otros los huesos y los pellejos, a otros los muslos turgentes de las gallinas, etc. Quizás no todos los estímulos son moralmente aceptables, pero sí diversos, no cabe duda.
Por otra parte, en mi blog-monólogo (¿nadie tiene nada qué decir?), he hecho una primera matización sobre la Teoría de Shrek.
Copio y pego aquí lo que comenté en artellando, ya que también se ha hecho referencia al placer:
"Muy interesante todo el debate.
Con respecto a disfrutar del arte retinianamente o intelectualmente, es decir, mediante pura contemplación o mediante la reflexión o conocimiento, hace unos días un dibujante amigo comentaba acerca de la pornografía en su blog, (salvando las distancias y espero que se me disculpe por el ejemplo que quizá no sea pertinente).
Los comentarios se dividían entre los que adelantan las partes de diálogo y van directo a la acción, y los que prefieren saber la historia y ven la película de principio a fin.
Estos últimos priorizan la anécdota, la historia, y estoy seguro de que quizá eso aumenta su excitación porque enriquece o completa la imaginación de alguna manera. (Curiosamente, las mujeres tienden más a preferir este modo).
Los primeros, que adelantan los diálogos y no buscan la anécdota, se limitan a contemplar lisa y llanamente la voluptuosidad, y su apreciación se ajusta a otras variables, más técnicas, digamos.
Más allá de los juicios de valor sobre estas películas, y su finalidad, los intereses como espectadores se parecen un poco a lo que se viene discutiendo aquí. Qué busca uno como espectador y qué lo satisface.
Un tercer acercamiento que contemple ambas apreciaciones a veces parece ser imposible o muy difícil, porque aquellos que buscan la anécdota con la sola voluptuosidad no disfrutan, y al contrario, con los diálogos se aburren los que van directo al grano."
Dibujador, en ambos casos, lo fundamental es la excitación. Que ésta se consiga de forma cruda o acompañándose de una historia contada, es poco relevante.
Como le comento a Pilar en su blog:
Bien, bien, "Pilifrei", este segundo desarrollo de la Ley de la Cebolla me resulta más convincente. Porque implica un nuevo concepto: el tiempo.
Porque somos seres lineales, en los que incluso la simultaneidad consiste en una ilusión que incluye en realidad diferentes momentos.
En realidad este enunciado lo abrazo totalmente: podemos encontrar un primer momento de puro "pasme" físico (al que yo aludo, aunque R no se haya coscado) y un segundo momento de prolongación del pasme gracias a una serie de artilugios mentales. En realidad cuanto mayor sea la cultura y las vivencias de uno, más durará el pasme, y las endorfinas, y todo eso.
Con este nuevo enunciado estoy total y absolutamente de acuerdo. Lo triste es cuando los árboles no dejan ver el bosque, es decir, cuando los conocimientos impiden tener pasme de ningún tipo, como me ocurría a mí cuando estaba estudiando restauración, de modo que ver los "rigattine" o los reentelados de los cuadros antiguos me impedían disfrutar de los cuadros en su conjunto. O cuando el típico tipo muy leído se fija más en la etiqueta del cuadro que en el propio cuadro, sin advertir, por ejemplo, que se lo han llevado a una exposición en Nueva York y en realidad está mirando una lámina enmarcada.
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Por poner el ejemplo de otra actividad, una paella deliciosa se disfruta más con un buen vino, buena compañía, cierta culturilla culinaria, tal como conocer las especias, y por qué no, hasta unos buenos preliminares, como tener hambre, por ejemplo.
¿Es mejor la paella en estas condiciones? NO: está igual de buena. Pero a pesar de estar igualmente buena, ¿se disfruta más? Sí. Porque en realidad prolongamos el momento de paladear la paella gracias a todos los demás contenidos, previos y posteriores. Aunque evidentemente, si la paella supiera a MIERDA la escupiríamos y nos amargaría todo; preliminares, vino, compañía...
Por eso está equivocada la idea de los pro-conceptuales: el arte no es, ni puede ser sólo placer intelectual, sin placer sensorial. Es placer sensorial principalmente y podemos añadirle capas y capas de delicioso deleite intelectual, vivencial, etc... que prolongarán y redondearán ese puro despendole sensorial.
Pilar, además, precisa que en realidad todo deleite intelectual es obra de uno mismo: "El goce intelectual del que yo hablo en mi "Teoría de la cebolla" proviene ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE DEL PROPIO ESPECTADOR, y es la suma de muchas experiencias propias (intelectuales, físicas, sentimentales, educacionales...)."
Anxova, en mi opinión, no es poco relevante el modo en cómo se consigue la excitación o el estímulo que la persona busca.
Es la historia y la imagen, la imagen sola? Justamente sobre eso es el debate que se sostenía en un momento. Hay gente que quiere la anécdota y gente que no la necesita.
A lo que voy, es que quizá el arte de puro concepto es tan absurdo como una película porno en donde uno viera los diálogos solamente, y creo que estás de acuerdo en esto por lo que decís después: "el arte no es, ni puede ser sólo placer intelectual, sin placer sensorial. Es placer sensorial principalmente y podemos añadirle capas y capas de delicioso deleite intelectual".
(Por supuesto, los diálogos en una película porno no nos dan precisamente "deleite intelectual", y la comparación entre experiencia estética y excitación sexual no resiste mucho más de esto).
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