El otro día, Carmen y yo estuvimos hablando en el coche. Mi mujer iba a Mugardos para pintar la Planta de Gas, de cerca. Pero en menos de una hora teníamos un coche de Reganosa que nos echó, diciendo que "no se puede estar aquí". Lo curioso es que no había señal alguna, ni valla, ni nada. Pero parece que no se puede ni mirar las instalaciones ¿qué esconderán? ¿es que no es seguro estar cerca de ella? ¿es que la seguridad de los depósitos se ve afectada por un coche parado al lado de la carretera? ¿es que es tan fácil entrar en zona sensible sin que te detecten? ¡Mamaíña, la que nos han metido doblada con la Planta de Gas!
Pues bien, hablábamos de esto y de aquello, y sobre la presentación del Hartismo en Ferrol, que sería esa semana. Carmen nunca quiere que la entrevisten, pero lo cierto es que cuando habla sobre arte dice cosas a mi parecer certeras.
No voy aquí a mencionar todo lo que hablamos, porque entre otras cosas es muy denso y no me acuerdo de todo. Pero sí la conclusión: el quid, el por qué está molestando a algunos lo del Hartismo, no es por contra lo que estamos, ni por lo que decimos. Todas estas denuncias han sido largamente repetidas durante años, y mucha gente piensa lo mismo. En general, se percibe que al menos algo de razón tenemos. Pero lo que más molesta,
lo que duele de verdad, es la apuesta sincera, y auténtica, por la pintura. No en vano los
Stuckistas aluden constantemente a la pintura, incluso diciendo
"artistas que no pintan no son artistas". Y es que precisamente es la pintura lo que está faltando. El cine, el vídeo, el teatro, todo tiene su lugar permitido frente o junto al poder. Pero la pintura sólo se puede acercar si se domestica de algún modo: o bien siendo hiperrealista (es decir, que el cuadro, ya desde su concepción, no sea idea del artista, sino de un aparato fotográfico) o bien siendo informalista (cumpliendo los cánones del arte oficial). La pintura más odiada, la que
no quieren ver ni en pintura, valga la redundancia, es la pintura más actual, tal como dice Hockney: la pintura que oscila en un triángulo cuyos vértices son el realismo (que no hiperrealismo), el expresionismo y el impresionismo. Es decir: la que no proviene de teoría alguna, sea vanguardista,tecnicista o tradicionalista, sino del poso que ha quedado entre los artistas tras las sucesivas oleadas vanguardistas. O si se prefiere, la pintura que ha renunciado a todo ropaje teórico, y el pintor, harto, dice, con sinceridad: pinto como sé, como me sale. El "cómo te sale" depende, lógicamente de unos conocimientos técnicos mayores o menores, un poso histórico, un oficio, etc. Pero es esa búsqueda interior, el explorar la propia individualidad la que da fuerza y peso a la pintura que podríamos definir como
"no-alineada".
Durante un tiempo se ha querido incluir este estilo de pintura (ejemplificado por Freud, por Paula Rego, por Hockney, o tantos otros) con la pintura dominguera, de bodegones o marinas hechas siguiendo los "sabios" consejos de
Parramón. Pero no, no cuadra. Es pintura de calidad, de muy alta calidad en algunos casos, y que va surgiendo ubicuamente, por todo el planeta, aunque su base está más en Europa y Estados Unidos. Pintores hartos de tanta pamplina teórica, hartos de
"buscar un estilo" y que deciden pintar sin más, sin hacer un previo ejercicio de
autocomisariado artístico.
Quizá soy un tanto miope, y no veo las maravillas de la pintura
alineada, pero es esta pintura
no-alineada la que con diferencia me parece que tiene más frescura y es menos pomposa. Pintura "caliente", "sentida", frente a una pintura oficial fría, de efecto calculado de antemano, incluso en cuanto a su "estilo".
En la pintura oficialmente tolerada, tanto la de tendencia feísta (o de arte-chorrada) como la pretendidamente más seria, de tendencia academicista o hasta claramente foto-copiadora, todo es sumamente "profundo", "imbricado", "homologable". Siempre pretende tener un fondo más profundo que la propia cosa que uno está contemplando.
En un cuadro de los de Atlántica, algunos ven "defensa de un lenguaje expresionista vinculado a la tradición vernácula", cosa que ni por asomo asoma en "a mexona", por ejemplo. Y en los cuadros hiperrealistas-academicistas -como estos- los temas son siempre "trascendentales". La afectación está tan presente en la pintura-pintura de los 80 (tipo Menchu Lamas) como en los neoacademicistas, hiperrealistas foto-copiadores y demás tropa.
Hay quien opina que la pintura ha terminado su ciclo, que es ahora el momento de otras artes. Pero ¿tan radicalmente ha cambiado el ser humano en estos últimos ochenta años como para dejar de ser sensibles a ella? ¿genéticamente, culturalmente, somos diferentes de las personas
que vivieron hace siglos, milenios? NO. Las pasiones siguen siendo las mismas, las necesidades siguen siendo las mismas. La pintura (y la Escultura y la Arquitectura) han sido siempre las artes fuertes en Europa, en Occidente. El que hoy estén tan arrinconadas, tan acobardadas, no es un síntoma de avance, creo yo, sino de decadencia, de crisis de determinado modelo, determinada cultura. Vivimos una de tantas épocas de corrupción general, de nihilismo, de dejadez y fingimiento, engaño generalizado... de decadencia, que cíclicamente sufren las culturas dominantes. Basta leer a los escritores de los últimos siglos del Imperio Romano: nos veremos muy bien retratados.
Una sociedad basada en la apariencia, en la ganancia fácil (máximo rendimiento, mínimo esfuerzo) no puede valorar la pintura. Resulta escandalosamente real, escandalosamente sencilla: hay lo que se ve, y nada más. No permite especulación, por eso no es digna de aprecio.
Pero sobre todo lo que tiene la pintura, y especialmente esta pintura no-alineada, a la que estoy refiriéndome, es PODER. Un poder enorme: el de despertar y arrastrar las pasiones, el poder de que el espectador SIENTA, sin necesitar leerse un folleto explicativo. El poder de saltarse todo el protocolo afectado que rodea al arte, que lo ha convertido en un culto para iniciados en lugar de un placer para los sentidos. Ante un buen cuadro, que expresa bien un sentimiento, las construcciones teóricas del mejor libro se convierten en humo. Y quizá eso es lo que asuste más a todos los que hoy se reparten las parcelas que el arte ha dejado libres en su repliegue:
la vuelta de la pintura.