Si hay algo que me fastidia en cuanto a las técnicas pictóricas -pero aplicable a todos los campos técnicos- son las ortodoxias estúpidas. Ese tipo de ortodoxias que se transmiten de generación en generación sin que nadie se las replantee, sin que nadie experimente si el método usual es realmente mejor que sus alternativas.
En realidad hay dos tipos de ortodoxias: las inamovibles, que llevan años o siglos funcionando, y las condicionadas por las modas. Estas aún son peores, porque ni siquiera hay la disculpa de una tradición, de que el uso hoy ortodoxo-estúpido tuviese en su momento una razón de ser. Evidentemente, todas las ortodoxias estúpidas pueden llegar a ser tradiciones estúpidas con el tiempo, pero cuando son fruto de modas se hacen más irritantes.
Pues bien: una de las más estúpidas ortodoxias, que encima está provocado por una moda o circunstancias temporales es la de los barnices mate.
Pero hagamos las cosas como es debido. Ante todo, un buen encabezado:
ORTODOXIAS ESTÚPIDAS Nº1: Barniz Mate
Usualmente nadie barniza sus cuadros. Es sabido que la mayoría de los pintores somos despistados, y en mi caso es verdad: me olvido muchas veces de barnizarlos. En otros casos, el pintor no los barniza porque no le da la gana o cree -erróneamente- que no se debe barnizar el acrílico, o el óleo...
El barniz es una protección muy conveniente. Cuando un objeto está en el mismo sitio durante mucho tiempo acaba llenándose de polvo, grasa, humo... lo que científicamente se conoce como "roña". Si el cuadro está sin barnizar, todo eso se incrusta sin remedio en la capa pictórica, y luego resulta muy difícil de limpiar. Pero si el cuadro está barnizado, recoge menos roña y la que se pega lo hace al barniz, no a la pintura. Un barniz sucio puede retirarse fácilmente y luego se pone de nuevo un barniz limpio.
Los barnices son disoluciones de resina en disolvente (normalmente aguarrás, white spirit, o una mezcla de ambos) y de por sí son siempre brillantes. Pero últimamente están en auge los barnices mates. Un barniz mate es un barniz normal (brillante) que lleva un mateador. El mateador, básicamente, es algún tipo de porquería (una carga) que hace rugosa la superficie del barniz seco. Puede ser cuarzo, mica... La botella de barniz mate se reconoce fácilmente porque el líquido es lechoso, y con el tiempo -poco tiempo- se decanta y queda siempre en el fondo un poso blanco o amarillento. Para usar el barniz mate es necesario agitar bastante el bote hasta que se vuelve a mezclar el mateador con el barniz. En fin, una porquería.
Los barnices mates se empezaron a usar justo cuando se empezó a iluminar la pintura con luz eléctrica. La luz eléctrica, a diferencia de la natural, está concentrada en un punto, y produce multitud de reflejos en todas las direcciones, y más en un cuadro, que tiene una superficie irregular. Antiguamente se usaban barnices como el Dammar, que dan una superficie noble y con un brillo cristalino. El barniz destacaba los tonos dándoles profundidad. Es cierto que en algunas épocas se ennegrecían o amarilleaban a propósito los barnices para darles "tono antiguo", pero el barniz de Dammar puro da un brillo uniforme y muy agradable. Como los cuadros antes se iluminaban con luz natural, siempre se veían las figuras y tonos del cuadro, por muy ennegrecido que estuviese. Y aunque el barniz brillara, no molestaba mucho, porque los rayos del sol son paralelos y vienen siempre de arriba.
En Restauración se usan siempre barnices mates, porque los museos casi siempre tienen luz artificial. Pero lo triste es que el restaurador no sea consciente de por qué elige el barniz mate. Simplemente usa barniz mate y punto, y no se te ocurra discutirlo. Da igual que el cuadro tuviese antes un elaborado barniz de Dammar dorado. Siempre barniz mate. Los cuadros pierden ese encanto de lo viejo, en aras de evitar reflejos. Y aún peor, gente que no sabe siquiera por qué se usa el barniz mate, y que cree que sólo es cuestión de moda, discutirán hasta el infinito -y más allá- que el barniz mate es mejor que el brillante.
A mí me gusta mucho cómo quedan los cuadros con barnices brillantes. Es cierto que son mejores los barnices antiguos, como el Dammar, porque los modernos están hechos de resina acrílica, que aunque muy transparente y estable, da un brillo "plasticoso" que resulta feo. Pero ya digo, hasta en ese caso, me gustan mucho más. Proporcionan más contraste a los colores, los encienden. Cuando puedo pinto algún cuadro que luego cubro bien de barniz brillante, sólo por rebeldía. Alguna vez, como con el cuadrito de la calavera que mencioné en mi post ¿Por qué se vende un cuadro?, hasta mezclé pintura amarilla y marrón con el barniz para darle al cuadro un "tono antiguo" en plan barroco, y por supuesto le di como cuatro capas gruesas de barniz de Dammar. El efecto era tétrico, a mí me gustaba mucho.
Pero en fin, las ortodoxias estúpidas nunca desaparecerán, porque dependen de la mentalidad de la gente y no de la técnica en sí.
Por cierto: estoy preparando un artículo sobre soportes pictóricos (lienzo, tabla, tablero...) que trata en profundidad estas ortodoxias estúpidas pero referente a los soportes.
En realidad hay dos tipos de ortodoxias: las inamovibles, que llevan años o siglos funcionando, y las condicionadas por las modas. Estas aún son peores, porque ni siquiera hay la disculpa de una tradición, de que el uso hoy ortodoxo-estúpido tuviese en su momento una razón de ser. Evidentemente, todas las ortodoxias estúpidas pueden llegar a ser tradiciones estúpidas con el tiempo, pero cuando son fruto de modas se hacen más irritantes.
Pues bien: una de las más estúpidas ortodoxias, que encima está provocado por una moda o circunstancias temporales es la de los barnices mate.
Pero hagamos las cosas como es debido. Ante todo, un buen encabezado:
ORTODOXIAS ESTÚPIDAS Nº1: Barniz Mate
Usualmente nadie barniza sus cuadros. Es sabido que la mayoría de los pintores somos despistados, y en mi caso es verdad: me olvido muchas veces de barnizarlos. En otros casos, el pintor no los barniza porque no le da la gana o cree -erróneamente- que no se debe barnizar el acrílico, o el óleo...
El barniz es una protección muy conveniente. Cuando un objeto está en el mismo sitio durante mucho tiempo acaba llenándose de polvo, grasa, humo... lo que científicamente se conoce como "roña". Si el cuadro está sin barnizar, todo eso se incrusta sin remedio en la capa pictórica, y luego resulta muy difícil de limpiar. Pero si el cuadro está barnizado, recoge menos roña y la que se pega lo hace al barniz, no a la pintura. Un barniz sucio puede retirarse fácilmente y luego se pone de nuevo un barniz limpio.
Los barnices son disoluciones de resina en disolvente (normalmente aguarrás, white spirit, o una mezcla de ambos) y de por sí son siempre brillantes. Pero últimamente están en auge los barnices mates. Un barniz mate es un barniz normal (brillante) que lleva un mateador. El mateador, básicamente, es algún tipo de porquería (una carga) que hace rugosa la superficie del barniz seco. Puede ser cuarzo, mica... La botella de barniz mate se reconoce fácilmente porque el líquido es lechoso, y con el tiempo -poco tiempo- se decanta y queda siempre en el fondo un poso blanco o amarillento. Para usar el barniz mate es necesario agitar bastante el bote hasta que se vuelve a mezclar el mateador con el barniz. En fin, una porquería.
Los barnices mates se empezaron a usar justo cuando se empezó a iluminar la pintura con luz eléctrica. La luz eléctrica, a diferencia de la natural, está concentrada en un punto, y produce multitud de reflejos en todas las direcciones, y más en un cuadro, que tiene una superficie irregular. Antiguamente se usaban barnices como el Dammar, que dan una superficie noble y con un brillo cristalino. El barniz destacaba los tonos dándoles profundidad. Es cierto que en algunas épocas se ennegrecían o amarilleaban a propósito los barnices para darles "tono antiguo", pero el barniz de Dammar puro da un brillo uniforme y muy agradable. Como los cuadros antes se iluminaban con luz natural, siempre se veían las figuras y tonos del cuadro, por muy ennegrecido que estuviese. Y aunque el barniz brillara, no molestaba mucho, porque los rayos del sol son paralelos y vienen siempre de arriba.
En Restauración se usan siempre barnices mates, porque los museos casi siempre tienen luz artificial. Pero lo triste es que el restaurador no sea consciente de por qué elige el barniz mate. Simplemente usa barniz mate y punto, y no se te ocurra discutirlo. Da igual que el cuadro tuviese antes un elaborado barniz de Dammar dorado. Siempre barniz mate. Los cuadros pierden ese encanto de lo viejo, en aras de evitar reflejos. Y aún peor, gente que no sabe siquiera por qué se usa el barniz mate, y que cree que sólo es cuestión de moda, discutirán hasta el infinito -y más allá- que el barniz mate es mejor que el brillante.
A mí me gusta mucho cómo quedan los cuadros con barnices brillantes. Es cierto que son mejores los barnices antiguos, como el Dammar, porque los modernos están hechos de resina acrílica, que aunque muy transparente y estable, da un brillo "plasticoso" que resulta feo. Pero ya digo, hasta en ese caso, me gustan mucho más. Proporcionan más contraste a los colores, los encienden. Cuando puedo pinto algún cuadro que luego cubro bien de barniz brillante, sólo por rebeldía. Alguna vez, como con el cuadrito de la calavera que mencioné en mi post ¿Por qué se vende un cuadro?, hasta mezclé pintura amarilla y marrón con el barniz para darle al cuadro un "tono antiguo" en plan barroco, y por supuesto le di como cuatro capas gruesas de barniz de Dammar. El efecto era tétrico, a mí me gustaba mucho.
Pero en fin, las ortodoxias estúpidas nunca desaparecerán, porque dependen de la mentalidad de la gente y no de la técnica en sí.
Por cierto: estoy preparando un artículo sobre soportes pictóricos (lienzo, tabla, tablero...) que trata en profundidad estas ortodoxias estúpidas pero referente a los soportes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario